domingo, 19 de noviembre de 2017

Un año de tormenta [6 de 6] Disculpa inversa

Llegamos al final de esta semana de aniversario y esta vez le toca el turno a una entrada un tanto característica.
Publicada en agosto de 2017, Disculpa inversa hace honor a su nombre.
No cabe duda. Todos nos equivocamos. Todos hemos sido jóvenes y no hemos hecho las cosas lo mejor que pudimos. Al margen de lo que nuestro ego nos permita reconocer todos fallamos, o le fallamos a alguien con nuestras acciones. Los errores se ven más fácil desde la distancia del tiempo o de alguien que intente darte un puñetazo de realidad. Esa entrada fue mi redención personal hacia todo el daño que probablemente causé a personas del pasado.

Una disculpa a destiempo, pero sincera, eso sí. Puedo tener muchos defectos pero el orgullo nunca ha conseguido dominar mi vida, y ojalá muchos que conozco pudieran decir lo mismo, de verdad. No hay mayor error que creer que nunca se está equivocado, ni mayor soberbia que pasar por encima de cualquiera escudado en que uno es así y a quien no le guste que se vaya.

Pues eso es lo que acaba ocurriendo. Las personas acaban yéndose.

Por eso la escribí, no quiero verme como otros acabaron. Debe ser muy triste pensar que todos tienen un problema contigo y no ser capaz de ver que tal vez, el problema sea cómo te comportas con los demás.

A nadie le gusta sentirse menos que otro y ya depende de la autoestima de cada uno equilibrar la balanza. Por mi parte siempre me he considerado alguien en cierto sentido débil. Que cede y mira lo que merece la pena en lugar de lo que mañana olvidaré.
Puedo perdonar incontables veces, la contra parte es que si llego a mi límite, nada, jamás, me hará cambiar de opinión.

Puedo perdonar pero nunca olvidar como suele decirse. Puedo perdonarte, sí. Podré volver a hablarte y hasta incluso tomar algo contigo, pero no te equivoques; no intentes tratarme como si nada guardase en mi memoria, pues mi confianza es de un solo uso. Puede tener mucho aguante, pero una vez que estalla no vuelve a regenerarse. Esa era mi intención, perdonar sin olvidar, ser humilde con quien lo merece. Aquella entrada quería dedicar unas palabras de sincero arrepentimiento a ciertas personas. ¿A quienes? Ahí está el truco.

Solo a aquellos que en silencio también estuvieran arrepentidos. Aunque no se atrevan jamás a reconocerlo, si en su interior en algún momento creyeron que me debían una disculpa, esas palabras eran para ellos.

Solo aquellos que, en definitiva, se juzgasen a sí mismos mientras leían y se dieran una respuesta sobre si eran dignos o no de esa disculpa. Algo que, curiosamente, solo les corresponde a ellos decidir en base a lo que su orgullo les susurrase.

¿Quieres leerla? Haz clic abajo: 

Disculpa inversa

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