sábado, 1 de septiembre de 2007

Arriba el telón...

Recuerdo que...

Hace dos años, descubriría uno de los pilares más importantes que guiarían mis pasos por el camino de la vida a partir de entonces; el teatro.
Para quien me conoce lo suficiente, dicha decisión fue toda una sorpresa, puesto que siempre he sido muy tímido, para hablar, para pedir permiso, para ser voluntario en clase, para conocer gente, para todo.
Por eso, en una época en la que comenzaba a darme cuenta de que tenía que empezar a quitarme todo aquello que me frenaba, hice algo que aún hoy me sorprende incluso a mí; disponerme a subir a un escenario e interpretar frente a una sala llena de gente. Cientos de miradas observando mis acciones, mis palabras. Es lo que se dice coger el toro por los cuernos, supongo.

Pues bien, mi travesía por aquel año se dividió en tres partes:

Me apunté en septiembre, y en enero hice mi primera aparición ante un público. Se trataba de un desfile de navidad por las calles de mi pueblo. Tres carrozas, cada una con sus actores y su coreografía con temática Disney, y yo, era Hércules.
Todavía me resulta increíble el haberme atrevido a hacer aquello. Ser uno de los protagonistas que lideraban una de las actuaciones. ¡Un Hércules sin músculos!, pero disfrutando con cada paso que daba. Me sentía libre, feliz, envuelto en una personalidad extraña que me atrapaba, un papel que dejaba a un lado mis miedos y conseguía disfrutar sin pensar en; ¿lo estaré haciendo bien?, ¿qué pensarán?, ¿no me habré equivocado?. Recuerdo a mis familiares verme allí y decir; ``no parece él, por fin se ha liberado´´, y aquello fue solo el comienzo...

Llegó la primavera, y por entonces se me propuso un proyecto más serio; un micro teatro. Básicamente consistía en cuatro obras independientes la una de la otra, con una duración de quince minutos. Gracias a una compañía que me dio mi primera oportunidad, debuté no solo como intérprete de una de las obras, sino como director y guionista de otra (La Jaula de los Sueños, entrada de Reino de Vii publicada en octubre).

Recuerdo que junto a mi amigo Jupe (alias uno de los mejores actores que conozco), interpreté a un secuestrado, atado a una silla, enfrentándose a un loco obsesionado con recrear una escena cinematográfica. Todo fue como la seda, la gente aplaudió nuestro trabajo. Durante la actuación pude ver en sus rostros la angustia de sentir lo que contábamos; esa sensación de agobio al estar indefenso frente a un maníaco quedó hasta tal punto reflejada en el público, que algunos afirmaron pasarlo realmente mal de lo bien que lo hicimos.

Por último, como un auténtico proyecto de fin de curso, llegó junio, y con él, la obra que llevábamos preparando durante todo el año; Secretos.
La sinopsis de la misma podría definirse como un grupo de desconocidos que eran citados en una mansión totalmente solitaria en mitad de una isla para una cena, y cuyos diez asistentes, uno a uno, iban siendo asesinados bajo la premisa de haber sido acusados de diferentes crímenes en su pasado.

Actuar fue increíble. En serio, no tengo palabras para describir lo que sentí y creo que nunca las tendré cuando vuelva a experimentarlo, pero si hay algo mejor que actuar, yo creo que es el ambiente que existe antes de comenzar, y después del final.

Recuerdo estar a poco menos de una hora de actuar, con todo listo, ya vestido, esperando en mi camerino. Estaba sentado, mirando fijamente a uno de esos espejos llenos de bombillas y escuchando un corazón acelerado por la emoción. ¿Sabéis lo que es sentir eso?. Me sentía como en una auténtica película.

Pero lo mejor vino al terminar la obra, después de los aplausos del público. Entre bastidores, mis compañeros se abrazaban, lloraban de emoción, satisfechos por un trabajo de todo un año que finalmente se vio recompensado.

Por eso creo, que si me gusta tanto el teatro, más que por el placer de actuar en sí mismo, es el ambiente de compañerismo que se forja, los nervios, la ilusión, los días de ensayo, todo.

Tengo la suerte de haber descubierto este mundo y de lo único que siempre me arrepentiré es de no haberlo conocido mucho antes. Me queda mucho por aprender, y estoy deseando que me enseñen todo cuanto necesite saber para seguir avanzando, pero hoy día, estoy agradecido de lo que he vivido, de poder contar todo esto, y por supuesto, de seguir formando parte de futuras obras que en unos meses, verán la luz.

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