miércoles, 1 de octubre de 2014

La jaula de los sueños

   Silencio... siniestra oscuridad... y soledad.


   El sonido de la nada podía distinguirse bajo un tenue silbido de inexistencia.
   Es lo primero en lo que aún hoy pienso al recordar aquella noche. Santa trinidad de las sombras, que me amordazó desde el instante en que decidí abrir los ojos. Aún puedo sentir mis agarrotados músculos difícilmente responder. Débiles piernas que sostenían mi peso a duras penas. Ciegas manos que buscaban algo de apoyo, y un alma... perdida y olvidada, más débil incluso que el cuerpo donde vivía encerrada.
   A mi alrededor no encontré más que tinieblas, obligando a mi vista a guiarse por el tacto.
   Una vez en pie, dejé a un lado la cama. Cansado aún por el regreso desde el mundo de los sueños, desperté, no con sueño, más bien como si hubiera descansado lo suficiente como para no volver a dormir jamás.
   Avancé un poco, buscando una luz que encender, pero no encontré pared alguna. Poco a poco me invadió una terrible desorientación. Este no era mi cuarto, aún sin ver nada sabía que no lo era. ¿Cuánto tiempo había dormido?. No encontré un sólo reloj que observar inútilmente bajo el manto de oscuridad, pero todo apuntaba a que serían horas cercanas a la madrugada.
   
   Giré la cabeza tras de mí, no estaba solo, ¿me vigilaban?. No lo creo... era más bien esa sensación de sentir que estás observándote a ti mismo, como mero espectador de tu vida. 
   Volví a alzar la vista atrás una vez más, con la esperanza de esta vez encontrar algo, pero tan solo se alzó un interminable lienzo de color negro donde dibujar todas mis dudas.

   Estaba nervioso, pero no tenía miedo.

    Dando gracias a mis ojos por comenzar a acostumbrarse a la oscuridad, avancé a pequeños pasos, tan sigilosos que ni yo mismo los escuchaba, hasta que una tenue luz azulada fantasmagórica iluminó algo en el suelo a pocos metros de mí...

   Cuatro cajas.

   Pequeños presentes de color negro, no más grandes que una caja de zapatos. Me agaché frente a ellas, vigilando mis espaldas, desconfiado. Estaban ahí, perfectamente alineadas y esperando ser descubiertas. ¿Eran para mí?. A pesar de que la situación se volvía más extraña por momentos, no me atreví a tocarlas. 
   Algo me hacía pensar en abrirlas, a la vez que una segunda voz susurraba precaución ante una trampa, como si el miedo a lo desconocido, y la certeza de conocer la verdad, se enfrentaran entre sí. En mitad del silencio nocturno, opté por seguir los consejos de un eco procedente de todos los lugares a la vez, el cual sólo repetía una palabra:

``Ábrenos´´.

   Así, me acerqué lentamente a la primera de aquellas lúgubres cajas, temiendo descubrir lo que en su interior se hallaba, pues aún sin comprender lo que estaba ocurriendo, sentía la necesidad de abrirlas todas. En su interior encontré una foto. Dos personas de una joven edad, abrazadas y sonriendo en lo que parecía un bosque mientras se besaban. A pesar de que el amor era evidente, lo cierto es que percibía algo más, una fría sensación bajo la instantánea que susurraba un mal presagio.

   No sabría cómo explicarlo, pero en aquel momento, miré el rostro de ambos, y sentí un escalofrío que me recorrió la espalda, como un oscuro secreto oculto a ojos ajenos que no conocen la auténtica verdad. Quizás le estaba dando demasiada importancia, el caso es que dejé la foto de nuevo en su interior, pues, aún embelesado por el sentimiento que desprendía aquella instantánea, me olvidé por un segundo de que junto a mí, debía descubrir el contenido de las tres cajas restantes que amenazaban como un macabro rompecabezas.

   Destapé el contenido de la segunda con detenimiento, seguido de un leve bostezo. Allí, encontré un presente más extraño aún si cabe. Dos nombres: 
   El de un chico y el de una chica.
   ¿Corresponderían a las dos personas de la foto?, era lógico pensar que sí, pero lo cierto fue, que por más que lo intentaba, ni sus rostros, ni sus nombres, me resultaban familiares, ni siquiera remotamente conocidos. Tras el papel que mostraba ambos nombres, encontré además una pequeña frase, escrita a mano y cubierta de lo que parecían gotas de lluvia secas:
   ``Jamás olvidaremos este día´´
Sin duda, aquel instante fue especial para ellos por algún motivo, pero no comprendía por qué sus pertenencias estaban dentro de aquellas cajas, y mucho menos por qué alguien las había puesto ahí. ¿Me conocerían ellos a mí?.
   Volví a mirar a mi alrededor. La luz azul que flotaba sobre mí permanecía impasible, dejándome ver tan sólo las cajas y la cama en la que había despertado. Después de volver a preguntarme una vez más el sentido de aquella extraña noche, posé mi mano sobre la tercera, la cual, al tocarla, me transmitió una profunda somnolencia.

   Al destaparla, esta vez el resultado fue algo más brusco.
   
   Ante mí, lo que parecía un certificado de fallecimiento.  En un pequeño recuadro, podía leerse el nombre de la chica anterior, y un poco más abajo, una descripción:
   ``La víctima chocó frontalmente contra el vehículo del demandado cuando este, perdió el control de su turismo bajo los efectos del alcohol y el éxtasis´´.
   Al parecer esta pareja, tuvo su hasta que la muerte os separe mucho antes de lo que esperaban.

   Respirando hondo, dando vueltas sobre mí, pasé las manos por mi cabeza, agobiado y expulsando el aire con un fuerte suspiro. Y lo cierto es que intenté engañarme... pero no lo conseguí. La razón fue bien sencilla:
   ¿Debía pasar por alto el hecho de que sentía una profunda tristeza?.
   Sí, vale, entiendo que es lógico sentirse mal ante una muerte, pero todos los días muere alguien. En las noticias, en la casa de al lado, incluso familiares de amigos. Pero esta tristeza... era más cercana.
   
   Siendo sinceros, como humanos somos egoístas, y una muerte ajena, que no tenga que ver con nuestra vida, muy a nuestro pesar, nos supone un alivio. Me explicaré; 
podemos dar el pésame por la muerte de un familiar, un abuelo, por ejemplo, pero mientras estrechamos la mano y damos el pésame, en el fondo, por mucho que lo sintamos de corazón, pensamos; menos mal que no es el mío...

   ¡Es así!, siempre ha sido así y nunca lo reconoceremos. Entonces, ¿por qué no sentía ese egoísmo al ver este certificado de muerte?. ¡Quería sentirlo!, ¡quería que me diese igual!.

Con un nuevo suspiro, arrugué el documento, rompiéndolo en mil pedazos, lleno de una rabia que se había apoderado de mí sin ser consciente. Respiré hondo, recobré la compostura, y dirigí mi mirada hacia la cuarta caja. Me esperaba, paciente, ocultando una última pieza de aquel enrevesado laberinto mental y emocional.
Esta vez, una pequeña tarjeta posaba sobre la tapa. Un pequeño trozo de cartón oscuro, con una simple frase:

   ``Vive ahora o duerme para siempre´´.

   Intimidantes palabras para un alma que cada vez se sentía más vulnerable. No sabía si me estaba advirtiendo de que no abriera la caja, o por el contrario, que siguiera adelante, pero lo cierto es que no me detuve, y la abrí.

   Entonces, en el silencio se hizo silencio, la nada, en más nada, y  la oscuridad, en realidad.

   Allí, no encontré más fotos, ni desconocidos...
   No tuve que imaginar lo que sentían, ni el dolor de más despedidas...
   No había más frases con enigmas, ni objetos extraños...
   Aquella caja, fría y cruel, contenía algo mucho más sencillo:
   Un espejo.

   En aquel momento, mi reflejo me contó una historia. La historia de que yo era el chico de aquella foto.
   Fui yo el que vivió enamorado, y también el que sufrió aquel accidente, perdiendo lo más importante de su vida.
   Tembloroso, toqué con pánico mi frente, y en la yema de mi dedo, contemplé una gota de sangre que el espejo me había mostrado y no quería creer.
   Rodeado por un abrazo de sombras, sin dejar de mirar aquel reflejo y luchando contra lo que quería creer y lo real... allí estaba, la verdad que no quiero aceptar.

   Ahora lo recordaba todo...

   Aún hoy, el recuerdo de aquella siniestra madrugada de revelaciones atormenta mi espíritu. Por más que intenté comprender quién puso aquellas cajas allí, y con qué propósito, nunca lo descubrí.
   Lo único que sé, es que recobré un dolor que yacía olvidado, que a partir de aquel día, debería cargar con un doloroso pasado.
   Mi mano jamás volvió a coger a nadie al dar un paseo, ni mi mente pudo recuperarse de aquello. Estaba condenado a pasar el resto de mis días como la sombra de lo que fui. Cuantas veces hubiera deseado continuar bajo aquella amnesia...

   Resulta curioso como uno puede perderlo todo en el momento menos oportuno, ¿verdad?. Un simple pestañeo, y tu mundo cambia para siempre. Ojalá alguien me hubiera mostrado lo fugaz que es ser feliz, alguien que me hubiese hecho reflexionar sobre lo que tenía... antes de haberlo perdido.

   Mi alma ya no tiene esperanza, este siniestro paréntesis de oscuridad me atrapó para el resto de mis días. Condenado a vivir una eterna madrugada en la que pierdo la memoria al dormir, y recuerdo al despertar, día tras día, una y otra vez. Un castigo sin final en este purgatorio del olvido por no haber tenido en cuenta lo realmente importante.
   Yo no tengo solución, pero sí puedo evitar que otros caigan en la misma desgracia, que otros castiguen su alma tal como lo hice yo. Esta vez, seré yo el que os advierta:

   Lo más efímero que tenéis, es aquello que pensáis que será para siempre.

   Por favor, recordad las palabras de esta alma en pena enjaulada, recordad, que podéis ser vosotros los que queden atrapados en una madrugada sin final, rodeados por sombras de lo que un día fuisteis, cuya única compañía sea un abrazo de recuerdos rotos.

Cada noche, antes de volver a olvidar... deseo que aquello no fuese más que una horrible pesadilla...

Quiero volver a verla sonreír...

y si de verdad se ha ido... la esperaré...

Pues desconozco si aún sigo durmiendo...

...o jamás despertaré.

-Vii Broken Crown-

``Ven, recuéstate en mi soledad, la amargura te acariciará. Ven, y dale otra oportunidad a la fría oscuridad´´-Mägo de Oz, El príncipe de la dulce pena IV-

Dedicado a todos los que me dieron la oportunidad de escribir, presentar, dirigir y llevar a escena mi primera obra de teatro, y en especial, a Guillermo Torregrosa, quien le dio vida a esta historia representando la pura perfección.


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