Publicada en febrero de 2017 esta entrada, y siendo mi debut como poeta conocedor de la métrica aplicada por primera vez, justo al principio se define ella misma con unas sencillas líneas:
''Dedicado a cualquiera que alguna vez se arrepintió de ser uno mismo. A aquellos que intentaron buscar su lugar en un mundo que no estaba hecho para ellos. A los que a pesar de todo son y no dejarán de ser. Orgullosos de ser la más desconocida, infravalorada y silenciada especie en extinción''.
Este pequeño fragmento busca la atención de los que siempre fueron los distintos. Los raros de la clase, quienes nunca hablaban por miedo. Los que nunca fueron populares. Aquellos que crecieron intentando pasar desapercibidos, los que escucharon mil veces la frase ''tienes que ser como...'' y aún así nunca lo fueron. Los que prometen de verdad. Los que nadie busca. A los que todo el mundo falla y siguen confiando. E incluso en ocasiones, los que fueron motivo de burlas o humillaciones.
Lo que intentaba transmitir con estos versos era un refugio para todo el que nunca terminó de sentirse parte de ningún grupo. Esos que preferían quedarse en casa leyendo un libro, viendo una película o jugando a un videojuego en lugar de salir de fiesta cada noche.
Fue muy fácil escribirla, pues por desgracia la experiencia dictaba mis palabras en muchos sentidos. Hace años perdí la cuenta de las veces que me arrepentí de ser como era. Había aprendido que el resultado era salir perjudicado, pues las personas que ponen la otra mejilla son las que nadie toma en serio, personas a las que se la juegan una y otra vez sabiendo que siempre perdonarán una vez más.
Pero también aprendí con el tiempo, y por las malas, que aparentar ser quien no eres es mucho peor, y que prefería seguir confiando en la gente antes que traicionarme a mí mismo de nuevo.
¿Por qué escribí ''No estás sola''? Eran exactamente las palabras que me hubiera gustado leer de niño.
Un soplo de aire fresco. Una luz para saber por aquel entonces que había más personas a las que le gustaba lo mismo que a mí. Una esperanza que me abrazase en forma de verso diciéndome que tuviera paciencia, que ahí fuera, en mitad de tanta gente, había alguna persona.
Tengo muy presente a los diferentes, los raros, los frikis, a los que se sientan solos en el recreo. A los que incluso eran el blanco de palizas emocionales y hasta físicas. Y sobre todo, y esta vez como fue mi caso real, a los invisibles. Los que nunca existieron en su clase. A los que no invitaban a las fiestas de los más populares. A los que nos dejaban los últimos al elegir compañero en educación física.
Los admiro porque curiosamente, como una broma irónica, los niños que peor lo pasan suelen ser quienes mejor tratan a los demás cuando crecen.
Distintos anónimos, espero de corazón que leáis esto para intentar ayudaros:
No hagáis nada que no os guste solo porque todos lo hagan. No aparentéis, no os escondáis. Hay más como vosotros y el tiempo os cruzará con ellos.
No te arrepientas de ser como eres y no lo olvides:
De lo que ahora ellos se ríen, mañana te envidiarán.
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No estás sola:
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