¿Cuántas
veces habré escuchado que algo es bueno cuando muchas personas lo conocen? Lo cierto es que en gran parte, tienen razón.
Algo bueno, de calidad, siempre será seguido
por un número importante de personas. ¿Por qué sino iba a ser reconocida una obra
maestra, por ejemplo?
Está claro
que calidad está comúnmente asociado a fama. ¿Éxito de ventas? Muchas copias
distribuidas. ¿Éxito televisivo? Muchas visitas diarias. ¿Éxito audiovisual?
Muchas reproducciones.
El problema
está en las excepciones.
Por culpa de
estos datos masivos a los que nos acostumbran, a menudo muchos se vuelven
incapaces de distinguir que, a veces, un programa de televisión con millones de
espectadores no le llega ni a la suela de los zapatos a otro que cancelaron por
no llegar a los mínimos de la cadena. Olvidan que un best seller puede ser una
obra mediocre cuyo éxito se reduce a un nombre famoso en portada, o incluso,
un montaje teatral clásico puede ser alabado por pertenecer a un autor icónico
en lugar de por el trabajo del reparto.
Al final
todo se resume en lo mismo: La popularidad no siempre equivale a calidad. Un
aspecto que sería mucho menos grave si, por culpa de esa mediocridad conocida,
no se quedase auténtico talento desaprovechado sin una oportunidad.
Músicos,
escritores, ilustradores, pintores, funcionarios, jóvenes emprendedores… no
importa quienes ni en qué ámbito; siempre habrá alguien arriba negando
oportunidades a otro mejor preparado.
Esto no es
algo agradable de escuchar, pues no sin razón vivimos en la época de lo
políticamente correcto que cataloga lo que se puede o no se puede criticar.
Puede que
muchos me tachen de decir estás palabras porque pertenezco a esa inexistencia
artística que el mundo desconoce. Quizás la razón sea la perspectiva que tengo
desde la sombra del reconocimiento, es posible. La verdad es que ni yo mismo
sabría responder si esas personas están en lo cierto o por el contrario se
equivocan. Lo único que sé es que no escribo desde la envidia. Al contrario:
Me fascinan
aquellos que, no gracias a contactos, amiguismo, o ir a rebufo del éxito de
otro para alcanzar algo parecido, sino a base de su esfuerzo propio y personal
han logrado que su talento sea bañado con la luz del reconocimiento.
Me encanta
ver pequeños grupos de música compartiendo escenario con leyendas.
Adoro
escuchar a jóvenes recitar por internet fragmentos propios o clásicos de
literatura.
Me gusta ver cómo el de sobra conocido autor de una canción
felicita personalmente al intérprete que la adapta con su voz.
Ver cómo una
investigación innovadora nacida de la mente del más joven de la empresa sorprende a los altos cargos.
E incluso contemplar un teatro lleno de
espectadores dispuestos a disfrutar de una obra cuyo autor nadie conoce.
Me gustan
esos ejemplos porque son la viva imagen de la esperanza para otros.
Y sí, por supuesto que me
encantaría ser uno de ellos. ¿Por qué no? Me gustaría salir ahí fuera, no en
busca de fama, sino en busca de cientos de opiniones. De saber lo que una historia nacida
de mí es capaz de hacer sentir en alguien que no tenga ninguna implicación
sentimental con ella.
Tiempo atrás
jamás hubiera querido ver mi nombre en ninguna parte. Era algo impensable para
mí, puedo garantizarlo. Y a pesar de que no estoy siendo del todo justo, puesto
que ya he logrado cierto reconocimiento sobre escenarios, y por supuesto al
amparo de este blog que tantos años lleváis leyendo, los más cercanos sabréis
perfectamente el inminente motivo por el cual digo estas palabras.
Citándome
unos meses atrás, estoy a punto de experimentar el que será uno de los mayores
anclajes de mi vida.
El nacimiento de un sueño siempre da miedo: Puede nacer
tal y como imaginaste durante tanto tiempo, o por el contrario tornarse en
pesadilla. Años bajo el abrigo de la duda me susurraban todo lo que podría
salir mal, pero entonces pensé:
Si yo no
lucho por mis sueños, ¿quién lo hará?
Sonrío
mientras escribo esa frase. ¡No puedo evitarlo! Pues a pesar de no saber lo que
me espera, lejos del miedo que un día me retuvo, ahora estoy deseando saberlo.
Un libro con
mi nombre…
Estatuas en la Oscuridad… ese nombre… tanto tiempo siendo parte de mí en silencio y sin embargo ahora formará parte de la literatura. Dejar que alguien lea tu interior siempre es como desnudarse frente a un extraño.
Una novela cuya portada decoren mis apellidos está a punto de ser
realidad. ¿Miedo? Siempre quedará un poco. Pero puedo asegurar una cosa, algo
que aquellos que piensen que solamente busco fama nunca serán capaces de conciliar en sus
mentes:
Si esa
historia queda en el subconsciente de alguien, preguntándose a sí mismo cuáles
serían sus propias pruebas por afrontar…
habrá merecido la pena.
No sé lo que
está por venir. Pero si algo tengo claro, es que si llego a lograr ese sueño
que tantos años llevo gestando, será únicamente gracias a mí y al apoyo de
quienes tuve a mi lado.
Pues las
personas que más admiro, son aquellas que lograron alcanzar sus sueños a base
de creer en ellos. Sin ayuda, desde la humildad de un apellido desconocido.
-Vii Broken Crown -
``Pódala con la amistad y transplántala con fe, pues necesita tiempo y crecer´´-Mägo de Oz, La rosa de los vientos.
Yo fui de los afortunados que pudo leer estatuas en la oscuridad cuando solo era una entrada del blog antes de que la retirases. Me encantó y todavia me acuerdo de ella. Si me gustó tanto la entrada... el libro basado en ella tiene que ser una pasada...
ResponderEliminarMe alegra que tengas en tal estima aquella entrada :)
Eliminar¡Espero que la adaptación a novela te guste de igual forma!
Seguro tendrás exito,por que la gente como tú,que escribe con el corazón,alcanza lo más alto.Siempre que puedo te sigo y leo.Tus palabras y tú música me dan la paz.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras. Recuerdo tus visitas a Reino de Vii, sé que llevas visitándolo desde mínimo el año 2014 por lo que agradezco tu presencia durante tanto tiempo :)
EliminarSiempre es un verdadero placer leer comentarios como el tuyo y solo espero que si mi novela llegase a tus manos algún día, disfrutes tanto de ella como me gustaría.