Jueves, 12 de octubre
de 2017
Muchas veces he escuchado
decir que hoy día las fronteras son cada vez más débiles. Que entre los
móviles, internet y los transportes dos personas que están separadas no
deberían quejarse al contar con esas facilidades.
He oído decir que los kilómetros ya no importan, que algunos dicen ‘’fumarse’’ la distancia para hacer creer a los demás lo poco que les afecta tener a quien más quieren en la otra punta del mundo.
He oído decir que los kilómetros ya no importan, que algunos dicen ‘’fumarse’’ la distancia para hacer creer a los demás lo poco que les afecta tener a quien más quieren en la otra punta del mundo.
Pero yo no soy uno de ellos.
Puedes buscar en internet las
palabras ‘’no importa la distancia’’ y te
saldrán miles de páginas con frases sobre lo
bonito que es el amor a pesar de estar separados. Encontrarás al típico cantante
recitando aquello en lo que en realidad no cree. Hallarás poetas afirmando
conocer el secreto del amor, o incluso algunos que se atreven a decir que les
gusta permanecer lejos del otro.
Pero yo no soy uno de ellos.
Si tuviera que dar mi opinión
sobre tener que permanecer distanciado de la persona que quiero, o alguien
esperase una respuesta poética en mis palabras, le diría que la distancia me
parece una soberana mierda.
Creo que convencerse a uno
mismo de que no necesitas tener cerca a esa persona es el mayor engaño de
aquellos que no se atreven a quererse de verdad.
Hay temas en los que si no vas a muerte es mejor no intentarlo. Da igual lo independiente que seas; el ser humano nació para buscar compañía afín a él, y a menudo cuando no lo consigue, aparece ese silencio, ese vacío incomprensible que nos dice que algo falla, que nos recuerda que nos falta algo que en ocasiones no sabemos ni lo que es.
Hay temas en los que si no vas a muerte es mejor no intentarlo. Da igual lo independiente que seas; el ser humano nació para buscar compañía afín a él, y a menudo cuando no lo consigue, aparece ese silencio, ese vacío incomprensible que nos dice que algo falla, que nos recuerda que nos falta algo que en ocasiones no sabemos ni lo que es.
Porque estamos incompletos.
Somos incompletos, y por más que digan que no existe la media naranja o como
quieran llamarlo, creo que nunca podríamos estarlo de no ser por lo que otra
persona consigue añadir en nosotros mismos. Pues de eso se trata; de dejarse
añadir, de dejarse completar, de comprender que todos necesitamos algo que no
tenemos, algo que a menudo nos dan quienes deciden quedarse a nuestro lado.
Por eso nunca podré creer a
quien afirma que le gusta estar solo. A aquel que dice estar cómodo lejos de
quien le importa, o repudia a quienes se necesitan mutuamente alegando estar
por encima de todo eso. Creo que esas palabras solo pertenecen a un cobarde que
no se atreve a jugársela, o a aquel que lo hizo y acabó destrozado.
Dicen que la distancia no
afecta si alguien te importa de verdad. Yo pienso todo lo contrario.
Creo que precisamente por eso sí que lo hace. Se echa
a alguien en falta solo si es importante para ti, nunca al revés. Podrías vivir
lejos de quien te hizo daño y no sentirías la necesidad de tenerlo cerca; pero
atrévete a decir que ocurriría lo mismo con quien sí te es importante.
Porque la distancia importa,
la distancia afecta. La distancia niega planes, la distancia separa abrazos. La
distancia hace que la maldigas cada día que le das las buenas noches a un hueco
vacío.
Y pone a prueba. Vaya que si
lo hace. La distancia no cree que lo que sientes sea de verdad e inventará mil
formas de llevar razón.
Por eso hay que desafiarla.
A
la distancia hay que mirarla a la cara, no hacer como si no existiera. La
distancia puede escuchar lo que jamás reconocerías ante nadie, pero no tiene
nada que hacer si le demuestras que aun así te merece la pena seguir esperando.
Porque la distancia puede
suponer la muerte para los que la ignoran, o convertirse en la prueba definitiva
de que dijiste estar ahí para siempre de verdad.
Por eso escribo esta carta.
Por eso nadie me verá afirmando lo feliz que soy teniendo a quien más quiero en
la otra punta del mundo. Estoy roto. Hundido y pegado a un calendario al que
cada vez quedan menos días de cuenta atrás. Pues afirmar que puedo sonreír con
la misma fuerza que cuando te tengo delante, sería faltar al respeto a aquella
noche de diciembre en 2014.
Porque ayer fue el 329, pero
hoy el número que más odio es el 3375. Tres mil trescientos setenta y cinco
kilómetros con los que la distancia me
pone a prueba para comprobar si lo que siento es de verdad.
Voy camino de los 4 meses desde que comenzó mi prueba y cada día
que pasa lo tengo más claro:
Ni la distancia con la ayuda
del tiempo son tan fuertes como para hacerme dejar de soñar con un futuro sin
despedidas.
Un futuro donde pueda decirle
adiós al adiós. Un futuro donde la distancia, convencida a la fuerza por no
llevar razón, se convierta en una aliada que nos diga a qué lugar nos vamos
juntos de vacaciones.
Y hoy, lejos de aquel octubre
en que empecé a escribir esta carta, ya ha recorrido esos 3375 kilómetros hasta
ti. Y aunque yo no puedo meterme en esta caja, muy pronto también haré el mismo
camino para entregarte el beso adjunto que no pude enviar, pues te diré algo
que ya sabes en secreto:
Voy para allá.
Muy pronto acaba la espera. Muy
pronto se acaba la distancia, el tiempo, la cuenta atrás y el dormir lejos de mis
sueños.
Porque el sofá no es lo mismo
por muchas películas que ponga. Porque una noche es de verdad oscura. Porque no
me gusta darme cuenta de que ya no es verano. Porque no me gusta que faltes
decorando el árbol. Porque lágrimas no pueden secarse a través de una pantalla.
Porque sin ti, a esta tormenta le faltan sueños.
Por todo eso y tantísimo más,
que les jodan a los que dicen que lo que siento no puede existir. Que les jodan
a los que no creen que exista aquello que nunca han sentido. Porque soy yo, y
no los kilómetros, los que piensan pasar el resto de mi vida a tu lado.
Por eso le digo a la
distancia que lo intente con otro. Que se vaya con quienes afirman falsamente no
afectarles su presencia. Que se vaya, adelante; que los ponga a prueba. Porque
aunque a mí sí que consigue afectarme, desde luego no tiene nada que hacer por
ganar.
Quedan unos pocos días para
volver a reencontrarme contigo una noche de diciembre. Las mejores historias
acaban repitiéndose años, o siglos después, y este diciembre lo esperaré como
aquella noche aguardando conocerte.
Ayer, mañana, pero hoy más
que nunca; contigo:
Donde quiera que
estés.
-Vicente De Haro Morales-
''Si quieres ser feliz, podemos construir algunos puentes mágicos a otro lugar'' -Mägo de Oz, Cadaveria-
''Si quieres ser feliz, podemos construir algunos puentes mágicos a otro lugar'' -Mägo de Oz, Cadaveria-
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