lunes, 13 de marzo de 2017

Los vientos del viajero

De todos los paisajes que alguna vez imaginé tener frente a mí, sé que este es el primero que podría igualar al mundo en el que alguna vez me gustaría vivir. Lo cierto es que a pesar de haber imaginado mil veces algo así, estos bosques, estos lagos, estos picos nevados, por enésima vez, la realidad supera la ficción.
Creo que el sol aún no ha salido. Si lo ha hecho la niebla al otro lado de la ventana me impide verlo. Espesa niebla que filtra su aroma de confines del mundo a través del cristal que empaña mi respiración. Aquí sentado; pequeña habitación de hotel a orillas de un gélido lago sepultado por la niebla. Fort William amanece congelando cristales y tejados con sus vientos escoceses.

Toco el cristal helado y mis dedos son testigos del cambio de temperatura. Calidez de habitación contra frío exterior. Es curioso sentir cómo a la vez que se forma una huella en la ventana, también se crea una en el alma.

Recuerdo que anoche antes de dormir pensé en el inmenso bosque tras el hotel. Pensé en los rincones oscuros que ocultan esas raíces centenarias. 
Pensé también en el lago al otro extremo, ese que delimitaba el linde del bosque y en donde nuestro refugio se asentaba. Pensé en lo lejos que me sentía del mundo, pues para llegar hasta allí, hasta nuestra pequeña habitación de hotel hacía falta una hora de viaje en coche rodeando las inmensas orillas de aquellas aguas, y en mi insignificante existencia en comparación a aquella maravilla natural, sonreí por sentirme a salvo bajo las sábanas. 

Sonreí porque supe que aquello podía parecerse a lo que quizás un día podría llamar hogar.

Parece increíble pensar que el paisaje árido al que estoy acostumbrado y el vergel natural que me rodea en este instante pertenezcan al mismo planeta. Es por eso que hoy sé la diferencia que reside en ellos.

Contemplando lo que muestra el otro lado de la ventana, la niebla comienza a disiparse lentamente conforme el sol se asoma sobre las enormes montañas, bañando con su brillo uno de mis mayores descubrimientos:

Y es que cada lugar es un mundo en sí mismo.

Mundos con alma propia. Independientes unos de otros a pesar de compartir un mismo cielo.
Mundos en los que levantarse cada mañana con el paisaje de la mejor de las fantasías son reales.
Mundos que se caracterizan por cubrir sus valles con los ríos que alguna vez leíste que existían.
Mundos en los que el transporte sea un barco y sus ciudades floten sobre el agua.
Mundos futuristas cuya esencia sea la más avanzada de las tecnologías.
Mundos en los que el saber milenario y las artes antiguas de combate sean el vivo retrato del pasado en tiempos modernos. 
Mundos en los que ecos del pasado en forma de ruinas, sean testigo mudo de lo que el tiempo no ha podido hacer desaparecer.
Mundos cuyo aire romántico de edificios y luces nocturnas de sus calles invoquen un nombre en tu corazón.
Mundos que recuerden a esas historias fantásticas de leyenda que siempre soñaste con vivir. 
Cientos de mundos, en definitiva, únicos.

Uno de esos mundos es lo que hoy he descubierto. He salido de mi Tierra de Partida en busca de aventuras y he encontrado un lugar donde las montañas nevadas de Skyrim te dan los buenos días tras la ventana. Un lugar donde los bosques helados de Rasganorte tiñen de blanco y verde los paisajes. Allí donde los senderos y castillos milenarios recuerdan a los que un día conociste en la Tierra Media.

Sé que este no es el lugar exacto que tantas veces he buscado, pero también sé que cuando lo encuentre se parecerá mucho a lo que tengo delante. 

Hoy me siento afortunado.
He descubierto lo que significa visitar el prototipo del mundo de mis sueños. El verde se extiende hasta donde alcanza la vista y nace la imaginación. El azul del cielo y los lagos decora los mágicos parajes que alguna vez soñé, y el blanco resplandece en lo más alto de la más profunda lejanía. Los pueblos y ciudades parecen sacados del decorado de una película, y nunca antes he visto pueblos tan bonitos o ciudades tan mágicas como Edimburgo.

La patria oculta en mí confirma esta mañana que mi sangre lleva instintos gélidos del norte.
Un lugar donde el invierno no sea una estación del año. Un lugar donde cada noche sea un sueño hecho realidad decorado con la nieve en mis botas y donde las nubes oculten los picos más altos de las mesetas. Un lugar de calles peatonales y comercios que den vida a una pequeña plaza donde pararse a descansar. Todo decorado con la mejor compañía que por suerte, hace tiempo que puedo contar.

Todos los vientos huelen distintos. Algo que solo el viajero es capaz de comprender. 
Vientos con aroma a cerezos. Vientos con aroma a nieve. Vientos con aroma a lluvia. Vientos con olor a antiguo. Vientos con olor a historia. Son muchos los vientos cuyo aroma son las tradiciones de sus gentes, o incluso vientos cuya única filosofía es no olvidar que lo más importante es agradecer todo cuanto tenemos y quienes nos rodean. De no olvidar que ese mundo, tu mundo, está ahí sobre todo para ser disfrutado, pues es mejor llegar al final de tu historia sabiendo lo que fue vivir cada día, en lugar de imaginarlo como un propósito que a base de dejarlo siempre en un mañana nunca llegó.

Qué razón tienen aquellos que dicen que la felicidad se basa en las pequeñas cosas. Esta mañana soy feliz frente a una simple ventana que muestra un mundo de verdad a mis pies. Y como un sueño del cual sabes que acabarás despertando, pienso disfrutar de esta semana hasta el último de su aliento. Este mundo lo merece. Y nosotros también.

Tengo nieve en las venas. 
Vivir un invierno de verdad aún está pendiente en ese libro eterno. No es ningún secreto que me encantaría viajar más de lo que puedo. Tampoco necesito un mapa mundi en el que ir coleccionando los países que he visitado hasta completarlos todos, pero de igual forma sé que hay algunos a los que volvería cuantas veces hiciera falta, y si en mis manos estuviera me quedaría en alguno de ellos. 

Imagino a diario esos destinos y todos se visten con el frío invernal que ahora tengo a mi alrededor, y aunque a menudo pienso en ello, creo que es mejor valorar lo que hoy tengo, lo que logré alcanzar y un día del pasado deseé tener. Sé que algún día lo lograré, y los vientos de ese lugar me recordarán lo cerca que estuve un día de hacerme una idea a cómo podría ser. Pero mientras, hoy, esta semana, este viaje e incluso después de que acabe, los días que falten hasta ese momento tendrán toda la atención que se merecen para ser disfrutados y relatados tiempo después.
El día despierta, Escocia saluda con su cielo nublado, y el paisaje que tengo frente a mí me susurra:


Mejor tener un presente lleno de verdades que un futuro repleto de incertidumbres. 

-Vii Broken Crown -

''No eches raíces en un sitio, muévete. Pues no eres un árbol, para eso tienes dos pies''-Mägo de Oz, La danza del fuego-

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