De todos los
paisajes que alguna vez imaginé tener frente a mí, sé que este es el primero
que podría igualar al mundo en el que alguna vez me gustaría vivir. Lo cierto
es que a pesar de haber imaginado mil veces algo así, estos bosques, estos
lagos, estos picos nevados, por enésima vez, la realidad supera la ficción.
Creo que el
sol aún no ha salido. Si lo ha hecho la niebla al otro lado de la ventana me
impide verlo. Espesa niebla que filtra su aroma de confines del mundo a través
del cristal que empaña mi respiración. Aquí sentado; pequeña habitación de
hotel a orillas de un gélido lago sepultado por la niebla. Fort William amanece
congelando cristales y tejados con sus vientos escoceses.
Toco el
cristal helado y mis dedos son testigos del cambio de temperatura. Calidez de
habitación contra frío exterior. Es curioso sentir cómo a la vez que se forma
una huella en la ventana, también se crea una en el alma.
Recuerdo que
anoche antes de dormir pensé en el inmenso bosque tras el hotel. Pensé en los
rincones oscuros que ocultan esas raíces centenarias.
Pensé también en el lago
al otro extremo, ese que delimitaba el linde del bosque y en donde nuestro
refugio se asentaba. Pensé en lo lejos que me sentía del mundo, pues para
llegar hasta allí, hasta nuestra pequeña habitación de hotel hacía falta una
hora de viaje en coche rodeando las inmensas orillas de aquellas aguas, y en mi
insignificante existencia en comparación a aquella maravilla natural, sonreí
por sentirme a salvo bajo las sábanas.
Sonreí porque supe que aquello podía
parecerse a lo que quizás un día podría llamar hogar.
Parece
increíble pensar que el paisaje árido al que estoy acostumbrado y el vergel
natural que me rodea en este instante pertenezcan al mismo planeta. Es por eso
que hoy sé la diferencia que reside en ellos.
Contemplando
lo que muestra el otro lado de la ventana, la niebla comienza a disiparse
lentamente conforme el sol se asoma sobre las enormes montañas, bañando con su
brillo uno de mis mayores descubrimientos:
Y es que
cada lugar es un mundo en sí mismo.
Mundos con
alma propia. Independientes unos de otros a pesar de compartir un mismo cielo.
Mundos en
los que levantarse cada mañana con el paisaje de la mejor de las fantasías son reales.
Mundos que
se caracterizan por cubrir sus valles con los ríos que alguna vez leíste que
existían.
Mundos en los que el transporte sea un barco y sus ciudades floten sobre el agua.
Mundos futuristas cuya esencia sea la más avanzada de las tecnologías.
Mundos en los que el saber milenario y las artes antiguas de combate sean el vivo retrato del pasado en tiempos modernos.
Mundos en
los que ecos del pasado en forma de ruinas, sean testigo mudo de lo que el tiempo no ha podido hacer desaparecer.
Mundos cuyo aire romántico de edificios y luces nocturnas de sus calles invoquen un nombre en tu corazón.
Mundos que recuerden a esas historias fantásticas de leyenda que siempre soñaste con vivir.
Cientos de mundos, en definitiva, únicos.
Uno de esos mundos es lo que hoy he descubierto. He salido de mi Tierra de Partida en busca de aventuras y he encontrado un lugar
donde las montañas nevadas de Skyrim te dan los buenos días tras la ventana.
Un lugar donde los bosques helados de Rasganorte tiñen de blanco y verde los paisajes. Allí donde los senderos y castillos milenarios recuerdan a los que un día conociste en la Tierra Media.
Sé que este no es el lugar exacto que tantas veces he buscado, pero también sé que cuando lo encuentre se parecerá mucho a lo que tengo delante.
Hoy me
siento afortunado.
He
descubierto lo que significa visitar el prototipo del mundo de mis sueños. El
verde se extiende hasta donde alcanza la vista y nace la imaginación. El azul
del cielo y los lagos decora los mágicos parajes que alguna vez soñé, y el
blanco resplandece en lo más alto de la más profunda lejanía. Los pueblos y ciudades parecen sacados del decorado de una película, y nunca antes he visto pueblos tan bonitos o ciudades tan mágicas como Edimburgo.
La patria
oculta en mí confirma esta mañana que mi sangre lleva instintos gélidos del norte.
Un lugar donde el invierno no sea una
estación del año. Un lugar donde cada noche sea un sueño
hecho realidad decorado con la nieve en mis botas y donde las nubes oculten los
picos más altos de las mesetas. Un lugar de calles peatonales y comercios que den vida a una pequeña plaza donde pararse a descansar. Todo decorado con la mejor compañía que por suerte, hace tiempo que puedo contar.
Todos los
vientos huelen distintos. Algo que solo el viajero es capaz de comprender.
Vientos con aroma a cerezos. Vientos con aroma a nieve. Vientos con aroma a
lluvia. Vientos con olor a antiguo. Vientos con olor a historia. Son muchos los
vientos cuyo aroma son las tradiciones de sus gentes, o incluso vientos cuya
única filosofía es no olvidar que lo más importante es agradecer todo cuanto tenemos y quienes nos rodean. De no olvidar que ese mundo, tu mundo, está ahí sobre todo
para ser disfrutado, pues es mejor llegar al final de tu historia sabiendo lo
que fue vivir cada día, en lugar de imaginarlo como un propósito que a base de
dejarlo siempre en un mañana nunca llegó.
Qué razón
tienen aquellos que dicen que la felicidad se basa en las pequeñas cosas. Esta
mañana soy feliz frente a una simple ventana que muestra un mundo de verdad a
mis pies. Y como un sueño del cual sabes que acabarás despertando, pienso
disfrutar de esta semana hasta el último de su aliento. Este mundo lo merece. Y
nosotros también.
Tengo nieve
en las venas.
Vivir un invierno de verdad aún está pendiente en ese libro eterno. No es ningún secreto que me encantaría viajar más de lo
que puedo. Tampoco necesito un mapa mundi en el que ir coleccionando los países
que he visitado hasta completarlos todos, pero de igual forma sé que hay
algunos a los que volvería cuantas veces hiciera falta, y si en mis manos
estuviera me quedaría en alguno de ellos.
Imagino a diario esos destinos y todos se visten con el
frío invernal que ahora tengo a mi alrededor, y aunque a menudo pienso en ello,
creo que es mejor valorar lo que hoy tengo, lo que logré alcanzar y un día del pasado deseé tener. Sé que algún día lo lograré, y los vientos de ese lugar me recordarán lo cerca que estuve un día de hacerme una idea a cómo podría ser. Pero mientras, hoy, esta semana, este viaje e incluso después de que acabe, los días que falten hasta ese momento tendrán toda la atención que se merecen para ser disfrutados y relatados tiempo después.
El día despierta, Escocia saluda con su cielo nublado, y el paisaje que tengo frente a mí me susurra:
El día despierta, Escocia saluda con su cielo nublado, y el paisaje que tengo frente a mí me susurra:
Mejor tener un presente lleno de verdades
que un futuro repleto de incertidumbres.
-Vii Broken Crown -
''No eches raíces en un sitio, muévete. Pues no eres un árbol, para eso tienes dos pies''-Mägo de Oz, La danza del fuego-
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