sábado, 21 de enero de 2017

Anclajes

Hacía tiempo que mis palabras no nacían al abrigo de este lugar. Hubo un tiempo en que cada noche este asiento aguardaba mi visita, pero aunque los horizontes de uno se amplíen creo que siempre es bueno regresar de vez en cuando allí donde tu camino comenzó.

El escenario se repite, parece el mismo de hace años. Una tarde a punto de convertirse en noche, con el cielo lleno de nubes grises que preparan una lluvia inminente, frío del que me protejo con ropa invernal, y un escritor sentado con su libro frente al mar.
Escribo desde mi viejo Santuario, allí donde la soledad escuchó mis palabras durante años. Observando las gentes pasear y los niños patinar. Todo está prácticamente igual, y sin embargo, me es inevitable sonreír al pensar en una frase que viene a mi mente: ''Cómo ha cambiado todo''.

Lo que hoy vengo a contar a quien me escuche, es un tema del que tenía muchas ganas de hablar hace ya bastante tiempo. Con el paso de los años me he dado cuenta de que mi vida está marcada por ciertos recuerdos que se suceden como una cadena que marca el camino que recorrí hasta hoy definiendo lo que soy. Poco a poco voy conociéndome a mí mismo, y olvido esa falsa creencia de saber quien soy al 100%, pues ni siquiera uno mismo es capaz a veces de conocerse, saber lo que hizo bien o mal, controlar sus emociones o incluso, valorarse como es debido.

Pero en mitad de esa cadena de recuerdos, de esa sucesión de diapositivas que guardamos en la memoria, de vez en cuando encontramos algo mucho más grande: Un enorme candado que encierra en su interior al que podría definirse como el ''hermano mayor'' de los recuerdos:

Un anclaje.

¿Y qué es un anclaje?, sencillo:
Un anclaje es un punto de inflexión. Un momento culminante que marca un antes y un después sobre un lugar, una palabra, un objeto, un sonido y hasta incluso un aroma. Puede ser cualquier cosa, lo que sea, pero siempre estará ligado a una persona. 




...Unos escalones donde te sientas a reflexionar…


...Esa canción que te acompañaba cuando nadie más lo hizo…


...Una playa que dejaste de visitar…


...Aquel personaje con el que te identificaste desde niño…


...Ese peluche fruto de un regalo…


...Una colina que te lleve a tu adolescencia…


...Ese perfume que no puedes olvidar…


...Esa pulsera en tu brazo…


...Ese amigo que no volvió…


...Ese ''siempre'' o ese ''gracias'' con dueño…


...Ese lugar inmortalizado en una foto…


...Esa frase que nunca dijiste…


...Esas líneas que alguien escribió...


...Esa fecha de ilusión…


...Aquella casa a la que no volviste a entrar…


...Esa saga con nombre y apellidos…


...Esa frase por bandera…


...Ese engaño y decepción...


...Un puente sobre el que bailasteis…


...Aquel aroma a tierra mojada por la tarde…


...Esa persona convertida en mágico animal...


Lo cierto es que hay muchos tipos de anclajes. Sin duda los más comunes suelen ser sonidos y lugares, pero van mucho más allá. Desde una sonrisa involuntaria al bajar de un coche hasta el aroma a vainilla de una vela perfumada. Incluso me atrevería a decir que hay personas que se convirtieron en anclajes vivientes de alguien. Algo tan grande que necesita de una persona completa para reunir la infinidad de sensaciones que es capaz de provocarte. Aunque esto no quiere decir que todos los anclajes sean alegres, también los hay difíciles y duros por recordar, pues los capítulos más importantes de cualquier libro también narran la caída de muchos héroes.

Anclajes que pueden llevarse en la memoria, como un recordatorio de lo que perdiste o no debes volver a repetir.

Anclajes que pueden llevarse en el corazón, como un recordatorio de quién fuiste capaz de ser, o eres, y lo que estás dispuesto a luchar por recuperarlo o mantenerlo en ti.

Anclajes que pueden llevarse en el alma, como una promesa viviente de cuánto serás capaz de lograr para ser fiel a tus propias promesas.

Yo los veo como pequeños consejeros que siempre están ahí, dando un toque de atención cada vez que pasas por ese lugar, escuchas esa canción, ves ese objeto o hueles esa rememoración. Y aun así, tenlo presente. Un anclaje siempre estará ligado a una persona, y si no encuentras de quién, puede que esté ahí porque te recuerda a ti mismo, por lo que un día fuiste o desearías llegar a ser.

Si pudiera dar un consejo, lejos de intentar darle un significado concreto a estos pequeños tesoros que la vida pone en nuestro viaje, sería este:

Nunca te arrepientas de ninguno de tus anclajes, independientemente de lo que traigan a tu memoria. Ellos son quienes te hacen ser. El código vital que define tu existencia. Si están ahí es por algo, y sea lo que sea aquello que traigan a tu mente, seguro que no debes olvidarlo. Incluso aquellos anclajes más tristes pueden darte fuerza para encontrar otros nuevos mucho más felices.


Pero sobre todo, nunca olvides los felices, pues serán ellos los que te hagan sonreír cuando menos te lo esperes. Cuando más lo necesites. 

-Vii Broken Crown -

''La felicidad no consiste en todo obtener, sino en saber sacar lo bueno que te da''. -Mägo de Oz, El atrapasueños-.

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