domingo, 27 de noviembre de 2016

Tormenta de Sueños

Hubo un día en que decidí saber qué se sentiría al tener la hierba bajo mis pies. Lejos de cualquier pensamiento racional, en aquella pradera del color verde más poderoso que conocí, me pregunté por qué debía caminar con los mismos pasos fabricados para ciudad. La hierba que acaricia mis botas con un leve cosquilleo al respirar del viento detiene su avance frente a un acantilado. Un nuevo acantilado al que esta vez…

Llegué volando.


En aquel abismo que marcaba el final de la isla a cientos de metros sobre un gélido mar, tumba de heladas rocas sepultadas por el oleaje, seguía preguntándome por qué aún no sabía lo que era realmente caminar descalzo por la piel del mundo. Demasiada costumbre a caminar por baldosas y asfalto, supongo. Aquel atropello de emociones me hizo echar en falta cierta libreta que esta vez no portaba conmigo.

Es extraño, y curioso, de hecho, pero por primera vez escribo sin tinta ni papel. Lejos de casa escribo este recuerdo en el lienzo de mi memoria. Sé que en unos meses necesitaré repasar los apuntes que ahora grabo en mi alma para darles forma física, pero por ahora me basta con sentir mis dedos perdidos en la fría hierba.

Hoy he cambiado unos minutos patinando por varias horas en avión y otras muchas de coche, pero esta es una de esas oportunidades que solo ocurren una vez en la vida.
Me encuentro en el límite del mundo, un lugar donde tierra y aire se abrazan decorando su cariño con inmensas caídas al mar. La meta de los ríos marca el fin de la carrera con enormes cascadas, las nubes se arremolinan en un cielo grisáceo que besa mi piel con pequeñas gotas, y el viento susurra una sonrisa que se asoma por mi rostro.

Una estampa sacada de mis mejores fantasías a la que los vientos helados del norte un día llamaron Escocia.

Los acantilados de Kilt Rock, en la isla Skye, para ser exactos, son mi escritorio esta vez. He abandonado la soledad de mi cuarto al escribir para rodearme de pura naturaleza y la mejor compañía para decorar mis primeras palabras.

La sensación de un increíble futuro recuerdo me acoge bajo la brisa del norte. Siento que estoy viviendo un instante tan importante para mi propia vida que todo cuanto pudiera decir no sería suficiente para hacerle justicia.


Sonriendo y contemplando el espectáculo natural que me envuelve me doy cuenta de que estoy viviendo en directo uno de mis mayores sueños hecho realidad.

Las nubes cobran fuerza, se vuelven más oscuras, la lluvia cae con mayor intensidad, y coincidiendo con ese pensamiento de haber logrado algo grande, veo el primer rayo atravesando el cielo de Gran Bretaña.

<<...No ha sido casualidad...>> escuché en mi interior con el tono de voz de cierto guardián al que puedo llamar amigo. Y lo cierto es que sabía que tenía razón, pues aquello, siendo el final de la propia tierra, a su vez supe que también era inicio de algo grande. Tan grande como aquellas nubes grisáceas que volaban sobre mí y que tanto me gustaban. Quise confirmar mis sospechas. Me concentré. Cerré los ojos. Pensé en otro sueño cumplido meses atrás. Miré al cielo, y un nuevo relámpago sacudió el cielo escocés.

Y entonces… eché a correr. 

Corrí por aquellas colinas verdes con la energía Edward Kenway abordando un galeón.

Con la ilusión de Sora por poder contar con sus amigos junto a él.

Corrí como si al otro lado de la colina me esperasen los Sombrero de paja para unirme a su tripulación.

Con las ansias de al fin poder ser yo mismo al igual que Roxas.

Como si fuese capaz de invocar los vientos a mi alrededor cual mágico chamán de Azeroth.

Como si al fondo de aquella colina me esperase el mismísimo Lugia para volar sobre su lomo.

Como si esta vez… todos los mundos se unieran y el concepto fantasía y realidad se convirtieran en uno solo.

Siendo consciente de lo que soy y dejé de ser, salto en mitad de la carrera sin que mis pies caigan al suelo. Me elevo como si buscara la segunda estrella a la derecha y todo recto hasta el amanecer. Doy vueltas, saltos en el aire, me dejo caer y vuelvo a elevarme.


Pienso en todo lo que se ha hecho realidad este tiempo mientras vuelo, y eso me da fuerzas para seguir en el aire mientras a cada pensamiento las nubes regalan un estruendo en forma de luz. Los truenos se hacen cada vez más fuertes y constantes y yo no puedo dejar de pensar en lo afortunado que me siento. Los vientos arrecian, las nubes ganan terreno, el sonido de la lluvia y los rayos aumenta. Sí. Ya se acerca.


Allí en el aire me doy cuenta de que ya no habrá más noches en completa soledad. Ya no siento un vacío en mi interior cual sincorazón privado de alegrías.

Ya no escucho el eco de lo que podría ser, sino la certeza de lo que será.

La luna ya no acompaña mi soledad; complementa mi compañía.

Hoy al fin me siento capaz de todo. Pues si eres el culpable de la felicidad de alguien también lo serás de la tuya.


Veo mi propia imaginación materializada en el mundo real. Tengo el paisaje con el que decoraba mis anhelos a mis pies. He logrado al fin volar. Me acompañan sueños materializados en personas y hasta puedo decir que he contemplado el puente por el que viaja el Hogwarts Express o que he tenido a mi lado una auténtica huella de aquellos dinosaurios que un día vagaron donde yo.



Me siento completo, capaz de tocar los sueños con mis manos. Una sensación que pasa tan desapercibida como el color del viento. Tan ineludible como un susurro bajo el estruendo de una cascada, o tan invisible como tantos años atrás yo mismo me sentía. Y resulta curioso, la verdad, porque el frío abrazo de esta sencilla colina es más cálido que muchos corazones.

Quien me hubiera dicho que el supuesto camino equivocado de hacer las cosas era el mejor que podía encontrar. Ese camino que algunos decían que no me atrevería a tomar. Ese valor oculto que ni siquiera yo conocía en mi interior. Hoy le debo ser yo a todo a lo que fui fiel aún cuando el mundo lo negaba, y gracias a ello he conocido senderos aún desconocidos para quienes no creen en estos pasos.

Pues dar por hecho que algo debe ser como todos lo hacen no es más que seguir sin descubrir lo que nadie se atrevió a experimentar.

Desde las heladas tierras de Escocia digo esto: Vuelvo a escribir. Empiezo a soñar. Pues mientras tenga la capacidad de sentir tendré la necesidad de contarlo.

Esta vez no persigo un objetivo. Esta vez el objetivo me encontrará a mí. No sé cuál será el rumbo, pero no lo busco. Me rindo a la experiencia, al vivir, al soñar, al sentir. Al no saber, al no pensar. Al reir, y por culpa de ello, a llorar. Se avecina tormenta, una tormenta cargada por los sueños aún por conseguir.

Me rindo a las nubes que forman mi corona. Esta vez no huyo de la tormenta, busco adentrarme en ella. Me dirijo al ojo de la tormenta. Mi mapa son las ganas de hacer sonreír y mi mochila todo cuanto está por venir.

Desde aquí afirmo que cada sueño cumplido es un relámpago iluminando el cielo. Una vorágine de deseos disfrazados de nubes, lluvia y electricidad que por naturaleza solemos evitar. Pero me dispongo a viajar al corazón de la tormenta. Voy a iluminar mi cielo nocturno con una batalla de incontables relámpagos.

Los Truenos hacen retumbar el aire. La tierra tiembla por lo que se avecina. Frente a aquella tormenta sobrevolando el gélido mar, apoyo mis pies en el suelo, respiro tranquilamente, y conforme me atrapa un abrazo por la espalda, sonrío y contemplo lo que está por venir.

Bienvenidos al reino donde los sueños pueden leerse. 

-Vii Broken Crown -

''Siente que el viento ha sido hecho para ti'' -Mägo de Oz, Molinos de viento-

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