viernes, 3 de julio de 2015

Retales del pasado

Silencio. No digas nada. No pienses, ni siquiera para intentar dejar vanamente la mente en blanco. Siente la voz que recorre los pasillos de tu mente al leer estas líneas, pregunta el por qué de su melancólico tono de voz, y dime: ¿Alguna vez has escuchado el aliento del recuerdo?


No te preocupes si no entiendes la pregunta, estoy seguro de que en el fondo sabes a lo que me refiero. Es algo así como encontrarte por la calle con alguien que te cae mal: No quieres cruzarte con él, pero sabes que ocurrirá en más de una ocasión.

Hablo de ese pensamiento involuntario que te hace transportarte a momentos concretos del pasado. Un susurro inoportuno cuya única función es recordarte cuánto han cambiado las cosas. Por mi parte, la primera vez que lo escuché fue mirando las manecillas de un reloj sobre mi mesa, en plena madrugada desvelado por el sudor. Nos miramos a los ojos, me amenazó con su tic-tac, y me dijo:

``El tiempo es un enemigo disfrazado de lealtad´´.

Llevo años archivando años de mi vida a base de capítulos que yo mismo establezco. Me gusta organizar a mi manera todo lo que va formando parte de mí con el paso de los años. Hay épocas que me gusta recordar, y otras en cambio que desearía poder olvidar. Pero tanto luz como oscuridad forman parte de nosotros, y no puede existir cobijo a la sombra sin un sol que amenace con abrasarlo todo.

Una noche decidí echar la vista atrás y me puse a ver fotos antiguas que tenía guardadas mucho tiempo ya. En ellas había un poco de todo pero mucho de mí. Retales de una vida que poco a poco, me han convertido en lo que soy. Pasé horas muertas quitándole el polvo a huellas de amistades añejas, inmerso en un mundo que a día de hoy poco conserva de entonces. Pero si hay algo de lo que me he dado cuenta, es de que el pasado siempre está turbio. Siempre, por muy feliz que sea ese recuerdo, existe un fantasma pululando que nos susurra lo fácil que pueden cambiar las cosas.

¿Cuántas veces habré contemplado aquellas fotografías en las que amigos, por entonces indispensables, se convirtieron en todo lo contrario? Engañosas imágenes del pasado que nos desvelan a destiempo lo equivocados que estábamos con ellos. Sonrisas destinadas a evaporarse que dejaron únicamente un poco de sal con la que torturar nuestras heridas. Nostalgia envejecida, rostros huidizos que ya solo nos sonríen a través de una foto. Pero no seamos hipócritas, pues a pesar de lo ocurrido, a pesar de las amistades muertas, del cariño olvidado y las promesas oxidadas, mientras duraron, lo cierto es…

Que fuimos felices.

Las risas, los planes, las noches de verano, todo eso nunca cambiará por mucho que recordemos a las personas ancladas a todo ello. Puedes recordarlos con tristeza, con lástima, con ira, con decepción, o incluso con simple asco, pero nunca podrás arrebatarles los buenos momentos que tatuaron en tu vida mientras merecía la pena estar a su lado.

Ese amigo que juró amistad eterna y desapareció de la noche a la mañana, o aquel otro que planeaba su puñalada mientras te sonreía a la cara. 
Acordes de silencio en el eco de los sueños.
Fragmentos de personalidades cambiantes.
Huecos vacíos que quedaron en tu alma tras tantas partidas que no esperabas presenciar jamás. 
Recuerdo a quienes se hicieron pasar por buenas personas, engañando fácilmente a un idiota como yo que cree que la bondad no se puede aparentar, o incluso aquella foto que hoy no es más que un recordatorio de que alguien puede acabar siendo totalmente lo contrario a lo que admirabas de él. 

He tenido la suerte o desventura de vivir una y otra vez distintos casos en los que se repite la misma historia, condenado a ser incapaz de cambiar con la facilidad que otros mostraron en su momento. Se aprende a base de decepciones, ya lo sé, pero me permitiré ser dueño de una frase que cada cual tome en consideración:

Ser uno mismo no es más que el resultado de lo que otros han hecho contigo.

Somos un fruto de lágrimas felices y amargas que se mezclan para darnos un nombre. Miles son las diferentes reacciones que alguien puede tener tras un golpe contra la realidad. Traiciones, abandonos y decepciones van moldeando una personalidad que intenta equilibrarse con lo bueno que queda de ella si es lo bastante fuerte para soportarlo todo.
He podido observar que existen cuatro formas distintas de afrontar el efecto que personas importantes infligen en ti cuando estas se marchan de tu vida. El resquicio de dolor que provoca la causa y efecto de lo que a partir de entonces ocurrirá contigo puede hacer que tomes uno de estos caminos:

1. Algunos se encierran en sí mismos, enterrándose en el cementerio de sus miedos para así no tener que mirar a la cara a una nueva oportunidad. Olvidan el mundo, no quieren saber nada de él. Se amparan en que ya han tenido suficiente y deciden tirar la toalla para sentirse un poco más seguros, aunque eso implique olvidar que estás aquí para vivir.

2. Otros se limitan a aparentar que todo les da igual, que nada les afecta. Una forma de piedra que decoran con indiferencia, firmeza y seriedad. Un intento de pasar desapercibido ante los sentimientos cuando en realidad mueren por dentro sin que nadie lo sepa.

3. Aquellos que deciden aparentar lo que no son. Deciden hacer creer a los demás que el dolor les ha cambiado, que a partir de ahora son otra persona a la que lo único que le importa, es ella misma. Miedo a que sepan cómo eres disfrazado de maldad, pues al fin y al cabo, únicamente se engañan ellos mismos,  no a los demás, pues quienes realmente los conocen saben que jamás podrían llegar a ser como las personas que un día les hicieron daño.

En mi caso, ¿qué ha sido de mí?  ¿cuál ha sido mi decisión? ¿cómo reaccioné cuando tal amarga elección me alcanzó? La verdad, siendo sincero, en algún momento pasé por las tres anteriores, pero lo cierto es que soy un claro ejemplo de la cuarta salida, una última reacción de doble filo:

4. Desconfianza; selección cuidadosa sobre quién debe decorar las paredes de mi vida. Abrir la puerta de mi corazón hoy requiere ocho cerrojos cuyas llaves están escondidas, cuando antes bastaba con llamar para entrar.
Sí, hoy es muy difícil entrar a formar parte de mi vida, y eso es culpa de aquellos que un día estuvieron en un lugar que más tarde abandonarían. Quizá deba pedir perdón a futuras personas por pagar un peaje extremadamente caro para recorrer la autopista de mi confianza, pero es un daño colateral que me es imposible ignorar.

Los retales de mi pasado que tengo frente a mí en forma de fotografías tienen nombres, rostros, apellidos e instantes inolvidables… y eso incluye el amargo final por el que las recuerdo. Aquellos años siguen vivos en viejas ventanas que invocan instantes imposibles de olvidar. Una reminiscencia de tu yo más joven que te mira a la cara, recordándote lo que un día fuisteis, pero también lo que nunca volveréis a ser.

No es ningún secreto que echo de menos muchas cosas de tiempos lejanos. Echo de menos muchas risas, mucha complicidad. Guardo en silencio las tardes en las que me sentía como un hermano pequeño al que cuidaban cuando hacía falta. No me asusta reconocer mi pasado, pero no pienso mezclarlo con mi futuro. El hecho de que recuerde con cariño de donde vengo no impedirá que centre mi completa atención en lo que tengo hoy, pues a pesar de que un día fui feliz, lo que me mantiene con vida es saber que hoy en día lo soy muchísimo más.

Puede que yo también haya sido alguien que ocupó un lugar importante en el corazón de alguien, claro. Puede que yo también obrase mal y que dejara un hueco vacío, y fruto de ello esos afectados tuvieran que elegir uno de los cuatro caminos, pero lo siento, no puedo pedir perdón a la mayoría de ellos, pues el que yo obrase mal no justifica lo que otros hicieron conmigo.

Si alguno de vosotros, retales de mi pasado, leéis estas líneas, no olvidéis lo que estoy a punto de decir:

Gracias.
Gracias por aquellos días en los que formasteis parte de mi vida. Gracias por, a pesar de todo, poder mirar estas fotos y sentir algo parecido a la felicidad de aquel entonces. Gracias por quererme aunque fuese con fecha de caducidad. Gracias por vuestro apoyo e intentos mutuos de hacernos felices. Gracias por moldear mi propio yo para saber qué quiero a mi lado, y qué no. 

Gracias a todos, por ponérselo difícil al próximo que venga para que así, esa nueva persona, si realmente le interesa formar parte de mí, lo demuestre de verdad antes de otorgarle mi confianza.

Gracias a vosotros aprendí mucho, cumplisteis vuestro cometido con eficiencia: Me enseñasteis a valorar, a saber lo que quiero y lo que no quiero llegar a ser o tener junto a mí. Hoy comprendo que significasteis mucho en mi pasado, pero ese es vuestro lugar; el adiós. No sois más que un recuerdo encerrado en una foto que me dice; ``ten cuidado la próxima vez´´.

No renuncio a lo que soy; el resultado de seguir vivo tras tantas luchas, pero tener en cuenta de donde vengo no implica llevaros conmigo hacia donde voy.

A todos vosotros, amistades perdidas por el camino, personas un día indispensables hoy desaparecidas. Aquellos junto a los que algún día mereció la pena estar a su lado, y a los caídos en acto de amistad:

Gracias por haber formado parte de mi vida. Pero sobre todo…


Gracias por haber salido de ella.

-Vii Broken Crown-

``Hice inventario de lo que perdí, eché las cuentas de lo que invertí. Años de lucha, noches sin dormir...´´ -Mägo de Oz, El rincón de los Sentidos-

3 comentarios:

  1. Tan sólo decir... De nada.
    Espero que la vida no nos guarde muchas mas lecciones como esta y que los buenos pesen en la memoria sobre los malos aunque perdonar sea imposible y volver atrás también.

    El fantasma de las navidades pasadas se ha acordado de Vii esta noche y al parecer, Vii le tenia preparada esta sorpresa.

    Gracias a ti por el tiempo a mi lado y por ayudarme a ser una persona mas cuidadosa.

    Eres un buen recuerdo a pesar de todo.

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    1. Pocas personas han acabado en mi memoria unidas al rencor. Acostumbro a quedarme con lo bueno de los días pasados, pero sin olvidar qué ocurrió. Supongo que en su día también aportaste algo a mi historia, por lo que te lo agradezco.

      Seas quien seas, me alegro de ser un buen recuerdo tuyo

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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