Dicen que
todos nacemos destinados a buscar nuestra alma gemela, aquella que deambula perdida
en busca de nosotros en el inmenso mundo en que nos toca vivir. Una ardua tarea
que puede llevarnos toda una vida, digna de catalogarse como castigo para
aquellos que lo único que desean, es saber que hay alguien en la Tierra, al igual que él, que busca abandonar
una existencia gris e inerte llena de personas vacías.
Hace mucho
tiempo quise ayudar a una amiga en su viaje por hallar aquello que tan difícil
le resultaba alcanzar. Tiempo ha cumplí con mi cometido en este mundo, que no
era otro que ayudar a dos personas a encontrarse. Esta es su historia, unos
días escritos con la letra de dos personas y un mismo corazón…
Día 1
Nos
trasladamos a una tarde color caoba de otoño. Encontrábamos mi soledad y yo
frente al inmenso océano, sentados en un saliente con los pies sin tocar el
suelo, disfrutando de la eterna representación del vaivén de las olas. El cielo
anaranjado traía consigo un abrigo de brisa, heraldo del inminente invierno,
que mecía las características hojas marrones de la época.
En silencio,
unos brazos me rodearon por la espalda. Yo sonreí. Su perfume se presentó por
ella. Bianca, mi amiga de toda la vida. Decir que nos conocíamos a la
perfección sería dar por hecho que no éramos la misma persona en realidad.
Devolviendo su abrazo, observé sus ojos claros y vidriosos soportar la pesada
carga de las lágrimas.
Ella,
inocente, pura, risueña y cariñosa, dejó que mis manos secasen las lágrimas de
sus delicadas mejillas, y sonrió. El motivo de su angustia me resultaba
familiar. Le hicieron daño, a ella, cuya peor tortura fue un amor no
correspondido que le mostró todo cuanto ella jamás sería capaz de hacer.
―No
puedo más―me
dijo.
Yo, al
corriente de todo a cuanto ella sobrevivió, no supe qué decir a pesar de ser el
único capaz de ayudarla. Besé su frente, la abracé, y ambos contemplamos el sol
caer bajo el horizonte.
Días más
tarde, encontrábamos el silencio y yo en el mismo lugar, a la misma hora.
También esperaba a alguien que no tardó en aparecer. Bajo el idéntico destello
anaranjado del sol, unos pasos apresurados captaron mi atención. Yulia, mi otra
mejor amiga, impulsiva, firme, orgullosa y con un corazón tan grande que ni
ella misma era capaz de dominar. Su pasado, marcado por una lucha constante
contra un mundo que le obligaba a permanecer siempre en guardia. Tales eran sus
defensas, que los años forjaron sobre ella una férrea coraza que solo se
ablandaba ante mi presencia. De brazos cruzados, esperó a que fuese yo quien me
acercara a ella a preguntarle qué le ocurría. Se negó a confesar. Pero no hizo
falta escucharlo de sus labios, puesto que su mirada fija en el suelo, su
mandíbula apretada, y una respiración apresurada la delataron como si de una
hija mía se tratase.
―No
puedo seguir así―dijo al fin.
Dejando el
tiempo que supuse necesitaba para calmarse, así lo hizo. Por sí misma, dejó a
un lado su enfado, se sentó junto a mí, y finalmente abrió la cerradura que
la mantenía cautiva, quebrando durante
unas pocas horas esa armadura en la que se enclaustraba con demasiada frecuencia.
Pero aquella
tarde, sí supe lo que debía hacer…
Día 2
Primeros
días de diciembre. Misma hora, mismo lugar. Bianca esperaba tranquila sentada
en el lugar de siempre mi llegada. No tardé en cesar su espera. Aproximándome a
ella, mostró un gesto de sorpresa en lugar de su habitual sonrisa inmortal. La
razón era sencilla; no le dije que aquel día iría acompañado. Sonreí por ella,
invitándola a acercarse.
Ella vaciló
por unos segundos. Se mostraba confusa, insegura, y eso me encantó.
―Bianca,
te presento a mi mejor amiga, Yulia.
Su única
respuesta fue el silencio.
―Yulia,
te presento a mi mejor amiga, Bianca.
Ella imitó
su confusión.
Tras las
presentaciones, Bianca se sonrojó al instante, agachando la mirada para ocultar
su inconfundible sonrisa. Por su parte, Yulia me miró de reojo, sorprendida,
menos segura que de costumbre ante lo que debía hacer. Es cierto que jugué un
poco sucio, pues a pesar de ser las dos partes de mi vida más importantes,
jamás las había presentado, ni siquiera hablado a una sobre la otra. Tenía mis
motivos para guardar el secreto… hasta entonces.
Caminamos en
un largo paseo lleno de la esencia de una nueva amistad. El hecho de que
ninguna de ellas se atreviese a hablar con la otra, me resultaba divertido,
pues aquello confirmaba que no estaba equivocado, que hice bien en presentarlas
aquella tarde. La máxima interacción que hubo entre ellas, fue reír ante algo
que yo contaba sobre la otra, pero poco más.
Día 3
Llegó la
noche del segundo día en que nos vimos los tres de nuevo. Habíamos paseado como
la vez anterior, pero llegó la hora de regresar a casa.
―Mañana
me marcho de viaje―les dije―. Estaré fuera mucho tiempo.
Ambas
conocían mi partida. Un viaje de todo un año, lejos, que ya advertí hacía un
tiempo a las dos. En vista de que ninguna se atrevió a hacer lo que
yo esperaba, intenté darles un pequeño empujón:
―¿Por
qué no os dais los teléfonos?―insistí―así podréis veros en mi
ausencia.
De nuevo, el
habitual color rojo en las mejillas de Bianca era el mismo tan difícil de ver
en las de Yulia. Sin demasiada insistencia, aceptaron. Cuando ambas regresaron
a su hogar, yo preparaba las maletas para emprender mi viaje. Pero me fui
tranquilo, pues aquella misma madrugada, la conversación que no se había
fraguado en persona, comenzaría a través de mensajes de texto.
Día 8
Pasó una semana hasta que volvieron a verse las caras.
El trayecto entre los días fue difícil, sobreviviendo a base de escuetas
conversaciones por móvil que ninguna se atrevía a expandir demasiado.
Finalmente, la tarde del viernes, quedaron en verse por primera vez sin mi
presencia. El atardecer se desarrolló sin demasiadas palabras. Bianca se sentía
intimidada ante la situación, mientras que Yulia intentaba romper un hielo que
incluso a ella le resultaba complicado de eliminar. Cenaron en un pequeño
restaurante, de esos al que los jóvenes suelen ir para cenar bien sin gastarse
demasiado dinero. Un sándwich, unas patatas fritas, y los primeros retoques de
confianza la una con la otra. Lentamente, todo se volvía más natural. La
vergüenza entre ellas pasó de ser un impedimento para conocerse mejor, a ser
una herramienta que les permitía seguir anhelando saber más cosas la una de la
otra.
Continuó así
la única rutina buena de sus vidas. Lentamente, los viernes a solas se
convirtieron en días de presentaciones de amigos entre ambas. Los sábados pasaron
a ser días dispares, en los que cada una actuaba a su modo, pero los domingos
siempre se mantuvieron como su día; no hubo ni uno solo en que no celebrasen
aquel domingo de otoño en que se conocieron.
Día 14
El sábado
estuvo marcado por una sesión de cine elegida por Bianca; una comedia romántica.
Lejos de su intento por pasar desapercibida, Yulia no pudo evitar comprender el
mensaje oculto que escondía la película que su amiga eligió.
Día 15
La sesión de
cine se repitió en casa de Yulia, esta vez, propuesto ella misma. Las tardes de
domingo siempre estuvieron vacías para Bianca hasta que alguien se atrevió a
hacerlas especiales.
Día 18
Pasaron los
días, convirtiendo el otoño en invierno y el miedo en complicidad.
La noche de
Navidad fue más feliz que otros años. Ambas quedaron en verse tras la cena
familiar. Fue tal la confianza entre ellas, que se consideraban casi familia
por algún motivo. Mientras que Bianca aguardaba la espera, Yulia cenaba
nerviosa, ultimando los detalles de un regalo que esperaba darle. A medianoche,
la puerta de Bianca sonó, quien no tardó en dar un salto para ir a abrir. Al
otro lado, como esperaba, encontró a Yulia, nerviosa, quien le pedía que
cerrase la puerta.
―Tengo
un regalo para ti―le dijo.
Bianca,
entusiasmada, sonrió impaciente. Yulia le entregó una pequeña caja envuelta en
papel de regalo. Sin perder un segundo, Bianca la abrió, pero en su interior no
esperaba encontrar algo así:
Estaba
vacía.
―¿No
hay nada?―le
dijo, confusa.
―Exacto―respondió
Yulia―, eso es solo una simple caja vacía, éste es el verdadero regalo.
Sin
pensarlo dos veces, Yulia se acercó a Bianca, y la besó. El corazón de ambas se
aceleró como nunca antes habían experimentado, marcando un ritmo casi al unísono, como un solo corazón. Aquella sensación era demasiado
intensa para catalogarse de simple amor. Del rostro de Bianca comenzaron a caer
lágrimas que acariciaron las mejillas de Yulia, quien no quería finalizar aquel
beso por nada del mundo.
Aquella
misma noche, recibí dos llamadas que me contaron lo mismo, mientras yo, lejos
en el destino de mi viaje, y testigo mudo de aquella historia que florecía como
rosa en primavera, supe que aquella tarde de otoño valió la pena.
Día 25
La noche de
fin de año fue la venganza de Bianca frente a la incomparable sorpresa de Yulia
en Navidad. Tras las doce campanadas, la tímida joven citó a su amiga en la
plaza del pueblo. Pero no sin antes advertirle, de que debería llevar algo oculto
bajo su cama. Sorprendida, Yulia miró bajo ella y encontró un baúl. Al abrirlo,
encontró un precioso vestido negro que nunca antes había visto.
Emocionada, no
tardó en ponérselo, ultimando hasta el más mínimo detalle para estar perfecta,
y partió hacia el centro del pueblo. Para su sorpresa allí encontró un equipo
de música. Casi como una coreografía, la melodía comenzó a sonar a su llegada.
De las escaleras al final de la calle, Bianca bajó lentamente, portando el
mismo vestido que Yulia, pero de un blanco deslumbrante, quien no pudo contener
la emoción de ir en su busca a plena carrera. Tras un baile de ensueño, digno de una boda, y finalizada la noche, recibí un nuevo mensaje de Yulia que decía: ``Ahora entiendo por qué nos presentaste´´.
Día 32
Hechizadas
por su cada vez mayor complicidad, y celebrando el primer mes desde su
encuentro, acordaron iniciar el año con una locura. La tarde de aquel Enero, se
tatuaron el horizonte de la playa en que se conocieron, decorado con un sol
poniente en la cadera de Yulia, y una Luna Llena en la de Bianca. La última,
que sentía un pánico atroz, no justificaba su miedo a dicho compromiso, sino al
propio tatuado. Pero Yulia, quien no era el primero que se hacía, le infundió
el valor necesario para hacerlo tiñendo de valor sus inseguridades.
Desde aquel
día, ambas quedaron marcadas para siempre, con todo lo que ello implicaba…
Día 53
Varias
semanas fueron las que marcaron la que fue, quizás la mejor época de su
relación. Los atardeceres de domingo continuaban con su habitual rito de
recuerdos. La relación se consolidaba cada vez más hasta el punto de darse a
conocer la una a la otra en sus respectivas familias. Pero aquella noche, la
naturaleza enclaustrada en el olvido de Yulia, logró escapar de la cárcel en
que Bianca la había desterrado por primera vez desde que la conocía.
Día 55
Dos días
fueron los que Bianca no tuvo noticias de Yulia. No hubo respuestas a llamadas
ni mensajes. Pero por suerte, sabía dónde y cuándo encontrarla. Y así fue.
Sentada el domingo donde siempre, se acercó a ella preocupada, quien no se
sorprendió de verla aparecer.
―¿Qué te
ocurre?―le dijo.
―No se han
tomado bien lo nuestro―respondió mientras contemplaba la foto de sus padres en
la cartera―, me han dicho cosas que no quiero volver a escuchar.
Bianca
intentó abrazarla, pero Yulia se apartó. Por algún motivo, aquel día, por
primera vez, prefería mantener la distancia. Bianca lo intentó una vez más, y
Yulia la empujó, dejándola anonadada. Sin dar explicaciones, se levantó,
mirando a su amiga con cierto rencor, y con un tono impropio de Yulia desde
hacía mucho tiempo, dijo:
―Déjame en
paz.
Día 70
Dos semanas
de puro silencio quebraron el alma de Bianca. Yulia continuaba sin responder
llamadas, y parecía no importarle nada, hasta que finalmente, un mensaje en el
móvil de Bianca resonó como una campana de esperanza:
``Lo
siento´´.
Dos
palabras que hicieron pasar por alto todo cuando Yulia le hizo sufrir con su
indiferencia a Bianca, quien lo único que deseaba era volver a verla al fin.
Día 178
El lado
indomablemente oscuro de Yulia fue retenido durante varios meses. A pesar de
que de vez en cuando dejaba escapar un intento de ira, lo cierto es que Bianca
se había acostumbrado a convivir con ello con tal de permanecer a su lado.
Yulia seguía siendo dulce, detallista y con un corazón inconfundible, y todo
ello pesaba más que los pequeños paréntesis en los que Bianca debía contener
las fuerzas cuando el alter ego de su amiga intentaba escapar.
Pero pagar tal precio no resultó suficiente, pues poco a poco las buenas rutinas fueron desvaneciéndose. La playa dejó de ver cada domingo a
ambas chicas, para convertirse en algo más bien extraordinario. La dejadez a la
que la relación se precipitaba, alarmó a Bianca, quien impuso la cruda realidad
a Yulia en un ataque de razón.
Pero cuando
Bianca dejó escapar por primera vez su lado menos permisivo, Yulia no toleró el
cambio de tornas por nada del mundo. Acostumbrada a ser ella quien debía marcar
los pasos de las dos, mostró su enfado muy por encima que el de Bianca para
mitigarlo, culminando todo aquello en una tormenta de lágrimas, gritos y reproches.
Aquel día
Yulia no lo confesó, pero por primera vez, sintió miedo de perder a Bianca. Estaba
ansiosa por pedirle disculpas, e intentar recobrar todo cuando a su lado
adquirió los primeros días al conocerla, pero había alimentado el orgullo
durante demasiado tiempo como para aquello se convirtieran en palabras reales.
Días 230 al 345
Lentamente,
con cada día que pasaba, Yulia cedió el terreno a su antiguo yo, empujando a
Bianca cada vez más a un rincón de su corazón a base de malas palabras y faltas
de humildad.
Los meses
se repetían entre sí en una vorágine que cada vez consumía más y más las
fuerzas de Bianca por sortear aquella armadura de inseguridades. A través de
mensajes que llegaban a mí, Yulia me confesaba lo que le resultaba imposible
decir a Bianca:
``Sé que lo
pago con ella, pero no puedo evitarlo. Tengo miedo de que llegue el día en que
se canse de esto. No quiero hacerle más daño. Vuelve de una vez, te necesito
aquí conmigo´´.
Ser
consciente de la situación, me entristeció muchísimo. Conocía a Yulia mejor que
a nadie; era esclava de sí misma, incapaz de controlar su instinto, algo que si
consiguiera, dejaría de negarse las mejores cosas de la vida. Había
experimentado de primera mano su sufrimiento, el no saber cómo controlarse a sí
misma, lo que le provocó muchas pérdidas tiempo antes de presentarle a Bianca.
Por su parte,
mi otra mejor amiga, también escribía mensajes de consejo. Desconcertada, sin
saber qué hacer, puesto que nada positivo parecía pesar más en Yulia que lo
negativo:
``No es la
Yulia que conocí. No quiero perderla, pero creo que hace todo esto porque no
quiere seguir conmigo. Te echo de menos, y a ella… también´´.
El sentir
como algo tan bonito se resquebrajaba día a día, me produjo más dolor que a
ellas dos juntas.
Día 358
A falta de
una semana de su primer aniversario, recibí otro mensaje de Yulia, amargo como
pocos:
``Se
acabó´´.
Aquellas
palabras me hicieron echarme las manos a la cabeza, conteniendo el dolor que no
paraba de crecer. En el fondo me sentía culpable; fui yo quien las presentó,
fui yo quien inició dicha historia creyendo que eran tal para cual, que se
complementaría a la perfección, pero… ¿y si lo que hice fue unir al cazador con
la presa?.
Creyendo que
Yulia finalmente, se había dado por vencida ante su propia voluntad, un nuevo
mensaje me sorprendió afirmando que, para mi sorpresa, había sido Bianca quien
dijo el primer adiós.
Días 359 al 364
Durante
estos días, fue Yulia la que, por primera vez, y siendo consciente de lo que
había perdido, fue en busca de Bianca. Pero también fue la que, a diferencia de
meses atrás, no encontró a quien buscaba. Durante aquella semana, no hubo
mensajes, no hubo llamadas de ninguna de las dos, tan solo los tres respirábamos
nuestro silencio por separado.
Día 365
Aquel día
llovió. La lluvia de sombras trajo consigo fríos recuerdos que acuchillaban la
mente de Yulia. Torturada por su propia culpa, maldijo el día en que todo
comenzó a cambiar. Llorando lágrimas de cristal, que arañaban sus sentimientos
sin piedad, era inevitable darse cuenta de que aquel día, hacía un año desde
que se conocieron. Echando un vistazo a su cadera, observó con recelo el
tatuaje de aquel lejano Enero, cuyo aroma de nostalgia le impulsó a visitar
aquel lugar por última vez. Pero eso le advirtió de algo que había pasado por
alto todo ese tiempo, pues antes de marcharme, le dejé una carta que debía
abrir si alguna vez perdía el rumbo de su destino antes de mi regreso.
Sin importar
la tormenta que arreciaba cada vez con más fuerza, visitó su escena favorita
del atardecer, en honor a todo lo bueno que un día vivió allí y con la
intención de cumplir su palabra. Pero un atisbo de luz iluminó su rostro ante
un sol eclipsado por la melancolía, pues sentada en aquel muro, Bianca
permanecía inmóvil, adelantándose a la visita de Yulia.
Cuando se
acercó a ella, para su sorpresa, Bianca no reprochó nada con la mirada, sino
que casi reflejo felicidad. Yulia intentó acariciarla, pero ella se alejó. Lo
volvió a intentar y Bianca negó con la cabeza.
―No sabes
distinguir de quién te debes defender y de quién no.
―No quiero
defenderme de ti―confesó Yulia, angustiada.
―Ya lo has
hecho, durante demasiado tiempo.
―Sé que es
difícil quererme…
―No―negó tajante
Bianca―, lo difícil no es quererte, sino dejarte querer.
Como última
esperanza, Yulia mostró a Bianca la carta que le había dado un año atrás.
―Él nos
conoce mejor que nadie. Seguro que puede ayudarnos.
Pero para
sorpresa de Yulia, Bianca, totalmente pálida, sacó de su bolsillo la misma
carta. Lo cierto es que no le dije a ninguna que la otra tenía una copia exacta
de dicha carta, además de hacerles jurar que no la mostrarían a nadie.
Con manos
temblorosas, abrieron ambas cartas, leyendo a la vez:
``Espero que algún día podáis perdonarme.
Bianca,
Yulia, os conozco lo suficiente como para saber dos cosas; que estaréis unidas
el día que leáis estas líneas, y que os preguntaréis dónde estoy y por qué jamás contesté a vuestras llamadas y mensajes.
Lo cierto es
que nunca lo haré.
Mi lugar
dejó de estar aquí el día que os conocisteis. Vuestro encuentro no fue casual, pues
desde que nacisteis siempre estuvisteis unidas sin saberlo. Yo vivo en cada una de
vosotras, y muero cuando la distancia os separa. Bianca significa alegría,
pureza e ingenuidad. Yulia, en cambio, significa fuerza, verdad e iniciativa. El
hecho de que os complementéis no es casualidad, puesto que vosotras, nacisteis de
mi muerte.
Bianca…
Yulia… os concedo como última voluntad vuestra verdadera identidad; sois un
alma partida en dos.
Seres incompletos como yo, llegamos a este mundo en busca de nuestras dos partes perdidas, con la recompensa de vivir realmente si lo logramos. Pero prefería no llegar a existir jamás si con ello lograba dejaros vivir vuestra propia historia.
Seres incompletos como yo, llegamos a este mundo en busca de nuestras dos partes perdidas, con la recompensa de vivir realmente si lo logramos. Pero prefería no llegar a existir jamás si con ello lograba dejaros vivir vuestra propia historia.
Ahora que os
he unido, puedo descansar en paz, en esa paz que siento al veros juntas, en lo
bueno y en lo malo, pero siempre, siendo uno. Os he encontrado, y os he unido, eso es lo único que importa.
Yo nunca os
olvidaré, no lo hagáis vosotras´´.
Toda alma
está destinada a encontrarse con su otra mitad, lo cual no quiere decir que
dicho encuentro sea fácil o feliz, tan solo, real. A veces, simplemente, están
condenadas a encontrarse para después, continuar cada una por su camino, siendo
una la antítesis de la otra, pero habiendo aprendido lo que la otra le enseñó. Todos necesitamos que nos muestren la crueldad de un mundo demasiado real, así como alguien que nos muestre el camino para aprender a soñar, y ver que incluso las nubes se pueden tocar. Yo vivo en ellas, vigilando sus caminos en cada rayo de sol, en cualquier atardecer, para llenar de luz sus demonios y eliminar la oscuridad de sus corazones.
Un alma siempre nacerá dividida en dos. Haz lo imposible por unir la tuya.
-Vii Broken Crown-
``Quiero morirme en ti sobre tu pecho, abrázame. Ella gritó: quiero vivir en ti, no me olvides, cuídate´´-Mägo de Oz, Quiero morirme en ti-
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