jueves, 6 de noviembre de 2014

Bianca y Yulia

Dicen que todos nacemos destinados a buscar nuestra alma gemela, aquella que deambula perdida en busca de nosotros en el inmenso mundo en que nos toca vivir. Una ardua tarea que puede llevarnos toda una vida, digna de catalogarse como castigo para aquellos que lo único que desean, es saber que hay alguien  en la Tierra, al igual que él, que busca abandonar una existencia gris e inerte llena de personas vacías.
Hace mucho tiempo quise ayudar a una amiga en su viaje por hallar aquello que tan difícil le resultaba alcanzar. Tiempo ha cumplí con mi cometido en este mundo, que no era otro que ayudar a dos personas a encontrarse. Esta es su historia, unos días escritos con la letra de dos personas y un mismo corazón…



Día 1
   Nos trasladamos a una tarde color caoba de otoño. Encontrábamos mi soledad y yo frente al inmenso océano, sentados en un saliente con los pies sin tocar el suelo, disfrutando de la eterna representación del vaivén de las olas. El cielo anaranjado traía consigo un abrigo de brisa, heraldo del inminente invierno, que mecía las características hojas marrones de la época.
En silencio, unos brazos me rodearon por la espalda. Yo sonreí. Su perfume se presentó por ella. Bianca, mi amiga de toda la vida. Decir que nos conocíamos a la perfección sería dar por hecho que no éramos la misma persona en realidad. Devolviendo su abrazo, observé sus ojos claros y vidriosos soportar la pesada carga de las lágrimas.
   Ella, inocente, pura, risueña y cariñosa, dejó que mis manos secasen las lágrimas de sus delicadas mejillas, y sonrió. El motivo de su angustia me resultaba familiar. Le hicieron daño, a ella, cuya peor tortura fue un amor no correspondido que le mostró todo cuanto ella jamás sería capaz de hacer.
   ―No puedo más―me dijo.
   Yo, al corriente de todo a cuanto ella sobrevivió, no supe qué decir a pesar de ser el único capaz de ayudarla. Besé su frente, la abracé, y ambos contemplamos el sol caer bajo el horizonte.

   Días más tarde, encontrábamos el silencio y yo en el mismo lugar, a la misma hora. También esperaba a alguien que no tardó en aparecer. Bajo el idéntico destello anaranjado del sol, unos pasos apresurados captaron mi atención. Yulia, mi otra mejor amiga, impulsiva, firme, orgullosa y con un corazón tan grande que ni ella misma era capaz de dominar. Su pasado, marcado por una lucha constante contra un mundo que le obligaba a permanecer siempre en guardia. Tales eran sus defensas, que los años forjaron sobre ella una férrea coraza que solo se ablandaba ante mi presencia. De brazos cruzados, esperó a que fuese yo quien me acercara a ella a preguntarle qué le ocurría. Se negó a confesar. Pero no hizo falta escucharlo de sus labios, puesto que su mirada fija en el suelo, su mandíbula apretada, y una respiración apresurada la delataron como si de una hija mía se tratase.
   ―No puedo seguir así―dijo al fin.
   Dejando el tiempo que supuse necesitaba para calmarse, así lo hizo. Por sí misma, dejó a un lado su enfado, se sentó junto a mí, y finalmente abrió la cerradura que la mantenía cautiva, quebrando durante unas pocas horas esa armadura en la que se enclaustraba con demasiada frecuencia.

Pero aquella tarde, sí supe lo que debía hacer…

Día 2

   Primeros días de diciembre. Misma hora, mismo lugar. Bianca esperaba tranquila sentada en el lugar de siempre mi llegada. No tardé en cesar su espera. Aproximándome a ella, mostró un gesto de sorpresa en lugar de su habitual sonrisa inmortal. La razón era sencilla; no le dije que aquel día iría acompañado. Sonreí por ella, invitándola a acercarse.
   Ella vaciló por unos segundos. Se mostraba confusa, insegura, y eso me encantó.
   ―Bianca, te presento a mi mejor amiga, Yulia.
   Su única respuesta fue el silencio.
   ―Yulia, te presento a mi mejor amiga, Bianca.
   Ella imitó su confusión.
   Tras las presentaciones, Bianca se sonrojó al instante, agachando la mirada para ocultar su inconfundible sonrisa. Por su parte, Yulia me miró de reojo, sorprendida, menos segura que de costumbre ante lo que debía hacer. Es cierto que jugué un poco sucio, pues a pesar de ser las dos partes de mi vida más importantes, jamás las había presentado, ni siquiera hablado a una sobre la otra. Tenía mis motivos para guardar el secreto… hasta entonces.
   Caminamos en un largo paseo lleno de la esencia de una nueva amistad. El hecho de que ninguna de ellas se atreviese a hablar con la otra, me resultaba divertido, pues aquello confirmaba que no estaba equivocado, que hice bien en presentarlas aquella tarde. La máxima interacción que hubo entre ellas, fue reír ante algo que yo contaba sobre la otra, pero poco más.

Día 3

   Llegó la noche del segundo día en que nos vimos los tres de nuevo. Habíamos paseado como la vez anterior, pero llegó la hora de regresar a casa.
   ―Mañana me marcho de viaje―les dije―. Estaré fuera mucho tiempo.
   Ambas conocían mi partida. Un viaje de todo un año, lejos, que ya advertí hacía un tiempo a las dos. En vista de que ninguna se atrevió a hacer lo que yo esperaba, intenté darles un pequeño empujón:
   ―¿Por qué no os dais los teléfonos?―insistí―así podréis veros en mi ausencia.
   De nuevo, el habitual color rojo en las mejillas de Bianca era el mismo tan difícil de ver en las de Yulia. Sin demasiada insistencia, aceptaron. Cuando ambas regresaron a su hogar, yo preparaba las maletas para emprender mi viaje. Pero me fui tranquilo, pues aquella misma madrugada, la conversación que no se había fraguado en persona, comenzaría a través de mensajes de texto.

Día 8

   Pasó una semana hasta que volvieron a verse las caras. El trayecto entre los días fue difícil, sobreviviendo a base de escuetas conversaciones por móvil que ninguna se atrevía a expandir demasiado. Finalmente, la tarde del viernes, quedaron en verse por primera vez sin mi presencia. El atardecer se desarrolló sin demasiadas palabras. Bianca se sentía intimidada ante la situación, mientras que Yulia intentaba romper un hielo que incluso a ella le resultaba complicado de eliminar. Cenaron en un pequeño restaurante, de esos al que los jóvenes suelen ir para cenar bien sin gastarse demasiado dinero. Un sándwich, unas patatas fritas, y los primeros retoques de confianza la una con la otra. Lentamente, todo se volvía más natural. La vergüenza entre ellas pasó de ser un impedimento para conocerse mejor, a ser una herramienta que les permitía seguir anhelando saber más cosas la una de la otra.
   Continuó así la única rutina buena de sus vidas. Lentamente, los viernes a solas se convirtieron en días de presentaciones de amigos entre ambas. Los sábados pasaron a ser días dispares, en los que cada una actuaba a su modo, pero los domingos siempre se mantuvieron como su día; no hubo ni uno solo en que no celebrasen aquel domingo de otoño en que se conocieron.

Día 14

   El sábado estuvo marcado por una sesión de cine elegida por Bianca; una comedia romántica. Lejos de su intento por pasar desapercibida, Yulia no pudo evitar comprender el mensaje oculto que escondía la película que su amiga eligió.

Día 15

   La sesión de cine se repitió en casa de Yulia, esta vez, propuesto ella misma. Las tardes de domingo siempre estuvieron vacías para Bianca hasta que alguien se atrevió a hacerlas especiales.

Día 18

   Pasaron los días, convirtiendo el otoño en invierno y el miedo en complicidad.

   La noche de Navidad fue más feliz que otros años. Ambas quedaron en verse tras la cena familiar.   Fue tal la confianza entre ellas, que se consideraban casi familia por algún motivo. Mientras que Bianca aguardaba la espera, Yulia cenaba nerviosa, ultimando los detalles de un regalo que esperaba darle. A medianoche, la puerta de Bianca sonó, quien no tardó en dar un salto para ir a abrir. Al otro lado, como esperaba, encontró a Yulia, nerviosa, quien le pedía que cerrase la puerta.
   ―Tengo un regalo para ti―le dijo.
   Bianca, entusiasmada, sonrió impaciente. Yulia le entregó una pequeña caja envuelta en papel de regalo. Sin perder un segundo, Bianca la abrió, pero en su interior no esperaba encontrar algo así:
Estaba vacía.
   ―¿No hay nada?―le dijo, confusa.
   ―Exacto―respondió Yulia―, eso es solo una simple caja vacía, éste es el verdadero regalo.
   Sin pensarlo dos veces, Yulia se acercó a Bianca, y la besó. El corazón de ambas se aceleró como nunca antes habían experimentado, marcando un ritmo casi al unísono, como un solo corazón. Aquella sensación era demasiado intensa para catalogarse de simple amor. Del rostro de Bianca comenzaron a caer lágrimas que acariciaron las mejillas de Yulia, quien no quería finalizar aquel beso por nada del mundo.
   Aquella misma noche, recibí dos llamadas que me contaron lo mismo, mientras yo, lejos en el destino de mi viaje, y testigo mudo de aquella historia que florecía como rosa en primavera, supe que aquella tarde de otoño valió la pena.
Día 25
   La noche de fin de año fue la venganza de Bianca frente a la incomparable sorpresa de Yulia en Navidad. Tras las doce campanadas, la tímida joven citó a su amiga en la plaza del pueblo. Pero no sin antes advertirle, de que debería llevar algo oculto bajo su cama. Sorprendida, Yulia miró bajo ella y encontró un baúl. Al abrirlo, encontró un precioso vestido negro que nunca antes había visto. 

   Emocionada, no tardó en ponérselo, ultimando hasta el más mínimo detalle para estar perfecta, y partió hacia el centro del pueblo. Para su sorpresa allí encontró un equipo de música. Casi como una coreografía, la melodía comenzó a sonar a su llegada. De las escaleras al final de la calle, Bianca bajó lentamente, portando el mismo vestido que Yulia, pero de un blanco deslumbrante, quien no pudo contener la emoción de ir en su busca a plena carrera. Tras un baile de ensueño, digno de una boda, y finalizada la noche, recibí un nuevo mensaje de Yulia que decía: ``Ahora entiendo por qué nos presentaste´´.
Día 32

   Hechizadas por su cada vez mayor complicidad, y celebrando el primer mes desde su encuentro, acordaron iniciar el año con una locura. La tarde de aquel Enero, se tatuaron el horizonte de la playa en que se conocieron, decorado con un sol poniente en la cadera de Yulia, y una Luna Llena en la de Bianca. La última, que sentía un pánico atroz, no justificaba su miedo a dicho compromiso, sino al propio tatuado. Pero Yulia, quien no era el primero que se hacía, le infundió el valor necesario para hacerlo tiñendo de valor sus inseguridades.
   Desde aquel día, ambas quedaron marcadas para siempre, con todo lo que ello implicaba…

Día 53

   Varias semanas fueron las que marcaron la que fue, quizás la mejor época de su relación. Los atardeceres de domingo continuaban con su habitual rito de recuerdos. La relación se consolidaba cada vez más hasta el punto de darse a conocer la una a la otra en sus respectivas familias. Pero aquella noche, la naturaleza enclaustrada en el olvido de Yulia, logró escapar de la cárcel en que Bianca la había desterrado por primera vez desde que la conocía.

Día 55

   Dos días fueron los que Bianca no tuvo noticias de Yulia. No hubo respuestas a llamadas ni mensajes. Pero por suerte, sabía dónde y cuándo encontrarla. Y así fue. Sentada el domingo donde siempre, se acercó a ella preocupada, quien no se sorprendió de verla aparecer.
   ―¿Qué te ocurre?―le dijo.
   ―No se han tomado bien lo nuestro―respondió mientras contemplaba la foto de sus padres en la cartera―, me han dicho cosas que no quiero volver a escuchar.
   Bianca intentó abrazarla, pero Yulia se apartó. Por algún motivo, aquel día, por primera vez, prefería mantener la distancia. Bianca lo intentó una vez más, y Yulia la empujó, dejándola anonadada. Sin dar explicaciones, se levantó, mirando a su amiga con cierto rencor, y con un tono impropio de Yulia desde hacía mucho tiempo, dijo:
   ―Déjame en paz.
Día 70
  
   Dos semanas de puro silencio quebraron el alma de Bianca. Yulia continuaba sin responder llamadas, y parecía no importarle nada, hasta que finalmente, un mensaje en el móvil de Bianca resonó como una campana de esperanza:
``Lo siento´´.
   Dos palabras que hicieron pasar por alto todo cuando Yulia le hizo sufrir con su indiferencia a Bianca, quien lo único que deseaba era volver a verla al fin.

Día 178

   El lado indomablemente oscuro de Yulia fue retenido durante varios meses. A pesar de que de vez en cuando dejaba escapar un intento de ira, lo cierto es que Bianca se había acostumbrado a convivir con ello con tal de permanecer a su lado. Yulia seguía siendo dulce, detallista y con un corazón inconfundible, y todo ello pesaba más que los pequeños paréntesis en los que Bianca debía contener las fuerzas cuando el alter ego de su amiga intentaba escapar.
   Pero pagar tal precio no resultó suficiente, pues poco a poco las buenas rutinas fueron desvaneciéndose. La playa dejó de ver cada domingo a ambas chicas, para convertirse en algo más bien extraordinario. La dejadez a la que la relación se precipitaba, alarmó a Bianca, quien impuso la cruda realidad a Yulia en un ataque de razón.
   Pero cuando Bianca dejó escapar por primera vez su lado menos permisivo, Yulia no toleró el cambio de tornas por nada del mundo. Acostumbrada a ser ella quien debía marcar los pasos de las dos, mostró su enfado muy por encima que el de Bianca para mitigarlo, culminando todo aquello en una tormenta de lágrimas, gritos y reproches.
   Aquel día Yulia no lo confesó, pero por primera vez, sintió miedo de perder a Bianca. Estaba ansiosa por pedirle disculpas, e intentar recobrar todo cuando a su lado adquirió los primeros días al conocerla, pero había alimentado el orgullo durante demasiado tiempo como para aquello se convirtieran en palabras reales.
Días 230 al 345

   Lentamente, con cada día que pasaba, Yulia cedió el terreno a su antiguo yo, empujando a Bianca cada vez más a un rincón de su corazón a base de malas palabras y faltas de humildad.
Los meses se repetían entre sí en una vorágine que cada vez consumía más y más las fuerzas de Bianca por sortear aquella armadura de inseguridades. A través de mensajes que llegaban a mí, Yulia me confesaba lo que le resultaba imposible decir a Bianca:
   ``Sé que lo pago con ella, pero no puedo evitarlo. Tengo miedo de que llegue el día en que se canse de esto. No quiero hacerle más daño. Vuelve de una vez, te necesito aquí conmigo´´.
   Ser consciente de la situación, me entristeció muchísimo. Conocía a Yulia mejor que a nadie; era esclava de sí misma, incapaz de controlar su instinto, algo que si consiguiera, dejaría de negarse las mejores cosas de la vida. Había experimentado de primera mano su sufrimiento, el no saber cómo controlarse a sí misma, lo que le provocó muchas pérdidas tiempo antes de presentarle a Bianca.
   Por su parte, mi otra mejor amiga, también escribía mensajes de consejo. Desconcertada, sin saber qué hacer, puesto que nada positivo parecía pesar más en Yulia que lo negativo:
   ``No es la Yulia que conocí. No quiero perderla, pero creo que hace todo esto porque no quiere seguir conmigo. Te echo de menos, y a ella… también´´.
   El sentir como algo tan bonito se resquebrajaba día a día, me produjo más dolor que a ellas dos juntas.
Día 358

   A falta de una semana de su primer aniversario, recibí otro mensaje de Yulia, amargo como pocos:
   ``Se acabó´´.
   Aquellas palabras me hicieron echarme las manos a la cabeza, conteniendo el dolor que no paraba de crecer. En el fondo me sentía culpable; fui yo quien las presentó, fui yo quien inició dicha historia creyendo que eran tal para cual, que se complementaría a la perfección, pero… ¿y si lo que hice fue unir al cazador con la presa?.
   Creyendo que Yulia finalmente, se había dado por vencida ante su propia voluntad, un nuevo mensaje me sorprendió afirmando que, para mi sorpresa, había sido Bianca quien dijo el primer adiós.
Días 359 al 364

   Durante estos días, fue Yulia la que, por primera vez, y siendo consciente de lo que había perdido, fue en busca de Bianca. Pero también fue la que, a diferencia de meses atrás, no encontró a quien buscaba. Durante aquella semana, no hubo mensajes, no hubo llamadas de ninguna de las dos, tan solo los tres respirábamos nuestro silencio por separado.

Día 365

   Aquel día llovió. La lluvia de sombras trajo consigo fríos recuerdos que acuchillaban la mente de Yulia. Torturada por su propia culpa, maldijo el día en que todo comenzó a cambiar. Llorando lágrimas de cristal, que arañaban sus sentimientos sin piedad, era inevitable darse cuenta de que aquel día, hacía un año desde que se conocieron. Echando un vistazo a su cadera, observó con recelo el tatuaje de aquel lejano Enero, cuyo aroma de nostalgia le impulsó a visitar aquel lugar por última vez. Pero eso le advirtió de algo que había pasado por alto todo ese tiempo, pues antes de marcharme, le dejé una carta que debía abrir si alguna vez perdía el rumbo de su destino antes de mi regreso.
Sin importar la tormenta que arreciaba cada vez con más fuerza, visitó su escena favorita del atardecer, en honor a todo lo bueno que un día vivió allí y con la intención de cumplir su palabra. Pero un atisbo de luz iluminó su rostro ante un sol eclipsado por la melancolía, pues sentada en aquel muro, Bianca permanecía inmóvil, adelantándose a la visita de Yulia.
Cuando se acercó a ella, para su sorpresa, Bianca no reprochó nada con la mirada, sino que casi reflejo felicidad. Yulia intentó acariciarla, pero ella se alejó. Lo volvió a intentar y Bianca negó con la cabeza.
   ―No sabes distinguir de quién te debes defender y de quién no.
   ―No quiero defenderme de ti―confesó Yulia, angustiada.
   ―Ya lo has hecho, durante demasiado tiempo.
   ―Sé que es difícil quererme…
   ―No―negó tajante Bianca―, lo difícil no es quererte, sino dejarte querer.
   Como última esperanza, Yulia mostró a Bianca la carta que le había dado un año atrás.
   ―Él nos conoce mejor que nadie. Seguro que puede ayudarnos.
   Pero para sorpresa de Yulia, Bianca, totalmente pálida, sacó de su bolsillo la misma carta. Lo cierto es que no le dije a ninguna que la otra tenía una copia exacta de dicha carta, además de hacerles jurar que no la mostrarían a nadie.

   Con manos temblorosas, abrieron ambas cartas, leyendo a la vez:

   ``Espero que algún día podáis perdonarme.
Bianca, Yulia, os conozco lo suficiente como para saber dos cosas; que estaréis unidas el día que leáis estas líneas, y que os preguntaréis dónde estoy y por qué jamás contesté a vuestras llamadas y mensajes.

Lo cierto es que nunca lo haré.

Mi lugar dejó de estar aquí el día que os conocisteis. Vuestro encuentro no fue casual, pues desde  que nacisteis siempre estuvisteis unidas sin saberlo. Yo vivo en cada una de vosotras, y muero cuando la distancia os separa. Bianca significa alegría, pureza e ingenuidad. Yulia, en cambio, significa fuerza, verdad e iniciativa. El hecho de que os complementéis no es casualidad, puesto que vosotras, nacisteis de mi muerte.
Bianca… Yulia… os concedo como última voluntad vuestra verdadera identidad; sois un alma partida en dos.
Seres incompletos como yo, llegamos a este mundo en busca de nuestras dos partes perdidas, con la recompensa de vivir realmente si lo logramos. Pero prefería no llegar a existir jamás si con ello lograba dejaros vivir vuestra propia historia.
Ahora que os he unido, puedo descansar en paz, en esa paz que siento al veros juntas, en lo bueno y en lo malo, pero siempre, siendo uno. Os he encontrado, y os he unido, eso es lo único que importa.
Yo nunca os olvidaré, no lo hagáis vosotras´´.

No sé si aquella fue la manera correcta de hacerles ver quienes eran en realidad, pero estoy seguro de que fue la mejor forma que pude encontrar. Lo sé, porque, al terminar de leer aquella carta, ambas dejaron a un lado sus desconsolados llantos, para, por fin, volver a abrazarse.

   Y sí, es cierto, yo nunca existí del todo. Fui una simple ilusión en un mundo real cuyo propósito era vivir hasta encontrar a las dos partes de mi alma, pero gracias a aquello, ahora viviré para siempre. Decidí que era mejor dejar que vivieran su historia a su manera, en lugar de completarme para existir de verdad.
   Aunque a día de hoy, seguiré viviendo en cada una de ellas, sé que después de aquella tarde de lluvia en que descubrieron quienes eran ellas, y quién era yo, las cosas no mejoraron tanto como me hubiera gustado. Su complicidad estaba demasiado maltrecha como para continuar una historia juntas, pero lo cierto es que jamás dejarán de vivir unidas. Tanto es así, que desde el interior de Bianca aún contemplo cómo continúa visitando nuestro lugar de siempre, al atardecer, donde todo comenzó, mientras Yulia la observa escondida con lágrimas en los ojos, sin que Bianca la vea, y ocupando su asiento cuando ésta se marcha a casa.
   Yulia, por su parte, aprendió finalmente a controlarse a costa de perder lo que más amaba. Prosiguió su camino sin olvidar quién era, ni a quién dejaría de amar a pesar de todo, pues desde su interior, soy testigo de un corazón acelerado cuando al caer la noche, pasa por la puerta de la casa de Bianca, alzando la vista hacia el cielo, y observando con nostalgia la luz que se escapa de las cortinas de su habitación.

Toda alma está destinada a encontrarse con su otra mitad, lo cual no quiere decir que dicho encuentro sea fácil o feliz, tan solo, real. A veces, simplemente, están condenadas a encontrarse para después, continuar cada una por su camino, siendo una la antítesis de la otra, pero habiendo aprendido lo que la otra le enseñó. Todos necesitamos que nos muestren la crueldad de un mundo demasiado real, así como alguien que nos muestre el camino para aprender a soñar, y ver que incluso las nubes se pueden tocar. Yo vivo en ellas, vigilando sus caminos en cada rayo de sol, en cualquier atardecer, para llenar de luz sus demonios y eliminar la oscuridad de sus corazones.



Un alma siempre nacerá dividida en dos. Haz lo imposible por unir la tuya.

-Vii Broken Crown-

``Quiero morirme en ti sobre tu pecho, abrázame. Ella gritó: quiero vivir en ti, no me olvides, cuídate´´-Mägo de Oz, Quiero morirme en ti-

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