viernes, 18 de julio de 2014

A la sombra de tus ojos

A veces me pregunto si, las personas, frente a un momento de vital importancia, en el cuál tienen el poder de cambiar su vida, y la de otro, con una simple respuesta, no se dan cuenta realmente de los hechos que le han llevado hasta allí, o, por temor a decidir, fingen no haber sido conscientes para no tener que contestar.



A lo largo de mi vida he podido comprobar que hay situaciones incómodas que no todos se atreven a afrontar.  Una persona, perdidamente enamorada de otra, compartiendo lágrimas, risas, apoyo y sobretodo, recuerdos juntos, aunque pasase el resto de su vida sufriendo, la otra no sería consciente de la realidad en mil años. ¿No habéis tenido alguna vez a ese amigo, que siempre ha estado ahí para todo, ayudando a lo que fuese sin pedir siquiera las gracias?. Hay quien los llama de una forma denigrante como puede ser pagafantas. Yo los llamo algo aún peor:

Buenas personas.

Una maldición que se sufre transmitida por los buenos padres, y de la que no puedes desprenderte en toda tu vida por mucho que lo intentes. Ser uno de los que siempre hace la vista gorda, intentando engañarse, con sueños que nunca llegan a cumplirse, no es una buena idea.
Está demostrado que ser uno de ellos conduce al dolor, a sufrir por quien no te tiene en cuenta, por alguien que no se acuerda de ti cada noche, como tú haces. Puedes despertar un día tras otro creyendo que ocurrirá algo que ansías con toda tu alma, pero volverás a acostarte sólo mientras él, o ella, ríe cuando tu lloras por dentro.
Por suerte siempre hay esperanza, y a veces, dos personas que merecen la pena, se unen en una sola. Una extraordinaria casualidad que cada día se desvanece más hasta que llegue a convertirse en un mito, una leyenda que el tiempo nuble de fantasía.
En mi caso, adoro a esas buenas personas, a esos pagafantas que han elegido ser como son aún sabiendo cuál es la letra pequeña. Puedes tratarlos como se merecería la peor persona del mundo, que ellos seguirán a tu lado, luchando por tu perdón aunque en muchos casos no tengan ni la culpa. Diles lo que necesitas y te lo llevarán a la puerta de tu casa, olvida sus buenos actos y se encargarán de recordártelos preparando otros nuevos.
Nadie puede definir el amor, hacerlo refleja ignorancia. Pero si alguien sabe lo que es ese etéreo sentimiento, sin duda, creo que son ellos, los débiles, los que no quieren discutir, los que seguirán queriéndote por muy fuerte que les des.

Por ello, con el paso de los años es fácil distinguir dos bandos.
Por un lado, los que se arriesgan a fracasar. Por otro, los que esperan que los demás fallen por ellos.

El primer grupo, tiene pocos, pero valiosos fracasos. Se arriesgan sólo cuando creen que vale la pena jugarse el corazón por esa persona. Desnudan sus más íntimos sentimientos, quedando vulnerables frente a quien tienen delante. No les importa sufrir, no tienen miedo al fracaso. Lo único en lo que piensan, lo único que tienen en cuenta, es que has logrado hacerles sentir algo que no ha logrado nadie más. Y aunque, en algunos casos, suelen salir mal parados, tardando años en reponer los fragmentos de ese corazón que otro arrojó al suelo, en el fondo se sienten satisfechos, pues saben que hicieron lo que debían. Fueron valientes, héroes que se jugaron su todo para acabar siendo nada.

Por otro lado, está el segundo grupo.

Aquellos que viven su vida en busca de algo que no saben que ya tienen.
Buscan en uno, en otro, y en otro, así, aumentando cada vez más sus intentos de buscar lo que deseaban encontrar.  Unos los llaman enamoradizos, otros, simplemente, afirman que no saben lo que es realmente querer a alguien. La mayoría espera siempre a que sea el otro el que dé el primer paso, ya sea por miedo, inseguridad, o simplemente, no quieren ser conscientes de que hay decisiones que deben tomar por sí mismos. 
A menudo se equivocan, buscando el amor en brazos de quienes no son capaces de valorar algo tan grande como tenerlos a su lado. Viven a la sombra del temor a arriesgarse, a que les digan que no, mientras el tiempo pasa y ellos mismos van destruyendo poco a poco su propio corazón, ignorando que llevan años buscando algo a lo que hace tiempo dijeron que no.

¿En mi caso?, hubiera sabido perfectamente el bando en el que estaba. Pero hoy, me siento en tierra de nadie. Tengo rasgos de ambos. Me he arriesgado pocas, pero valiosas veces, pero a la vez,  dudo de si me atrevería a intentarlo de nuevo algún día. Curiosamente hay algo en común en ambos bandos, una barrera casi tan humana como el respirar:
Y es que todos podríamos tirarnos una vida en silencio, callando lo que deseamos gritar, por miedo a ser felices.

Por eso admiro a esas personas. Los héroes invisibles que lo dan todo por personas que no le darán nada. A menudo pienso en que, si dijéramos todo lo que nos callamos, las cosas serían muy diferentes, más fáciles y menos dolorosas.
¿Nunca te has planteado que puede haber alguien tras de ti, que le quema el corazón sin que seas consciente de ello?.
Puede que nadie haya guardado silencio por mí, pero conozco lo que es.
Por eso, quiero animar a aquellos que callan, a todos los que reprimen hacia la oscuridad lo que sienten, que se alcen, se rebelen contra el miedo, pues puedo asegurar, que aunque puedas llegar a fracasar, merece la pena poder decir de mayor; al menos lo intenté.
No me gustaría haber callado cosas que dije en alto. Cargarían sobre mi conciencia durante toda la vida. Prefiero el dolor de haberlo intentado a haberme dado por vencido antes de entrar a la batalla.

Y es que creo que es cierto lo que digo,  o al menos, lo que suelo pensar. El silencio es un don que pocos saben interpretar, un idioma sin lenguaje, una playa sin agua, una noche sin estrellas. Un espacio que parece vacío a ojos inexpertos, pues las personas que menos suelen hablar, son las que más tienen que decir.

Sería bonito pensar que todos tenemos alguien ahí detrás, pensando una y otra vez en liberar sus pensamientos, y que finalmente se atreviese a hacerlo. Pero al igual que es difícil que esto ocurra, paradójicamente es relativamente sencillo estar al otro lado. Cualquier ha tenido su silencio inconfesable, quien diga lo contrario miente. Aunque jamás nadie se haya dado cuenta, o no lo confesara ni al mejor de los amigos, siempre seremos conscientes de que esa persona, que no sospecharía nunca nada, o que incluso, ni nos conoce lo suficiente, fue la culpable de que sonrieras tantas noches antes de dormir.

¿Por qué entonces les gusta soñar con algo que puede arruinarles la vida?. Porque en un sueño, pueden intentarlo, sin miedo a que la respuesta no sea la que desean, ya que para volver a empezar solo tienen que despertar. Cada noche pueden volver a intentarlo, imaginar cómo sería, y en muchos casos, llegar a estar lo más cerca posible de esa onírica vida.
Pero no hay que olvidar, que los sueños, son sólo un entrenamiento que hay que culminar en la arena de batalla que es la vida real.

Amar no está unido a palabras en voz alta, ni a una fecha que haya que recordar y celebrar continuamente. No es tener que decirse te quiero por un móvil cada noche cual rutina, sino decírselo cuando realmente se quiere decir. No es enfadarse para poner a prueba al otro para ver si le importas, si no que consiste en no olvidar lo que hizo por ti, en lugar de recordar sólo lo malo. Querer a alguien, yo creo que es mucho más que todo eso; es saber interpretar sus silencios sin un diccionario para ello. Es no entender de normas, ni rutinas. Es comprender que esa persona sigue ahí a pesar del daño que le has hecho sin tan siquiera ser consciente.
 Lo más importante de la vida se queda siempre en el tintero, a espaldas de la realidad, a la sombra de tus ojos. Si dejáramos de mirar, en lugar de ver, de sentir, en lugar de tocar, y aprender la diferencia entre querer y amar, nunca nadie dudaría en decir lo que teme.

Una vez me dijeron, que esperara. Que los años todo lo curaban y que olvidaría para dejar pasar a algo mejor aún por venir. No recuerdo quién me lo dijo, pero esta vez, seré yo el que le dedique unas palabras:
Quien afirma que el tiempo lo cura todo, es por que no tiene ni idea de lo que es estar enamorado de verdad.

Prueba de ello es que hoy sigo igual, después de tantos años, intentando olvidar sin que apareciese esa ``mejor historia´´ que estaba por llegar. 

Hace ya mucho que recogí los restos de un corazón de cristal, y aún hoy sigo sin encontrar todas las piezas, pero es un proceso largo, de años incluso para repararlo, y otros tantos que dejaré pasar para volver a atreverme a usarlo. Y cuando llegue el momento, y las grietas se hayan vuelto a unir, quizás, sólo quizás, vuelva a extender la mano, sujetando el frágil tesoro, ofreciéndolo de nuevo, sin que caiga en manos vacías que lo vuelvan a dejar caer al suelo.

Mis silencios se tiñen del eco de un piano o al resguardo de un libro. Al despertar lo hacen conmigo, al atardecer se hacen más intensos, es entonces cuando, por la noche, se vuelven incontrolables, deseando verse cumplidos por una estrella fugaz, cuando no saben que volverán a dormir una noche más.


Por muy distintas u ocultas que parezcan varias historias, todas comparten rasgos comunes. Cualquiera acepta el silencio como su idioma llegado el momento. Puede que sea mejor así, decir las cosas sin decirlas, pasando inadvertidas a la mayoría de miradas. Tanto es así, que una frase habrá pasado desapercibida a quien no sabe escuchar al silencio, pues a lo largo de esta reflexión, no he dejado de repetir que no hago más que quererte.

-Vii Broken Crown-


``¿Dónde van los besos a morir?. ¿Dónde irá tanto dolor?´´. -Mägo de Oz, Sácale brillo a una pena-

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