sábado, 5 de abril de 2014

Cadenas de Libertad

``Cuando la lluvia deja de caer, nuestras ataduras se dejan ver´´.
                                                                                                           -Vii Broken Crown-

Mientras escribo esta frase en mi libreta, me pregunto qué significa y por qué la he puesto sin más.

Al filo de un acantilado, y contemplando lo que pocos conocen como belleza, observo la esencia de la vida guardando silencio. Sentado al filo de la montaña, apoyado en un árbol y observando el mar ahí abajo, mis pies yacen colgados en el vacío, danzando al ritmo del viento, como si pudiesen caminar por el propio aire.

Al tiempo que los últimos segundos de una gran tormenta dejan caer una leve lluvia, y las nubes ocultan los ya escasos rayos de sol de este primer Sábado de Abril, el tacto de las gotas en mis manos hace que cierre los ojos, sonriendo, mientras el frío viento del mar choca contra el risco. Dignas de una novela de fantasía, estas vistas dejan ver lo pequeño que soy en un mundo de inconmensurable belleza. Unos segundos de puro silencio, interrumpido por la melodía de la lluvia, me transporta a mi interior, desviando mi atención.

Con un acto ya tan natural como el respirar, abro el libro que porto siempre conmigo. Deslizo la yema de mis dedos sobre las páginas de mi vida, escuchando el eco de mi pasado, de los pasos que me han traído hasta aquí. Puedo ver y sentir imágenes, lugares, aromas y personas, inmortalizados en mi memoria, y reflejados en un libro destinado a convertirse en esa reliquia que suele pasar generación tras generación.

Y es que he vivido tantas cosas...

Por suerte o por desgracia, mi existencia no ha estado carente de altibajos. Lecciones, triunfos, errores y decepciones. Puede que no siempre haya actuado bien... ¿quién lo hace? Lo que sí es cierto es todo aquello que los años han dejado escrito. Una historia sin guión, sin buenos ni malos, actores o directores; tan solo personas y sentimientos reales.

El motivo está claro; no fue hasta mi segundo nacimiento, mi verdadero despertar, cuando realmente comencé aprender cosas de la vida.  Aquel día que el aprender, por primera vez me enseñó.

Lo único que saqué de valor en la escuela, fue a leer, escribir, sumar, restar, multiplicar y dividir. Pronto descubrí que no era como los demás, que mientras me intentaban enseñar literatura, yo escribía relatos. Era consciente de que pertenecía al grupo invisible de la clase, que prefería buscar la sombra de un árbol donde observar en lugar de ser visto y juzgado, o incluso aún recuerdo aquellas ocasiones en las que aprendía más con un suspenso que aprobando una lección inútil. 


No... sin duda alguna todo lo aprendido de valor vino después, cuando comprendí que no debía limitarme a leer. 


Tenía que comenzar a escribir.

Porque las auténticas lecciones no aparecen en libros de texto, ni vienen con un enunciado que te indique por donde debes acatar el problema. Cuando realmente aprendes algo, es al depender completamente de ti, sin nadie que te guíe.
Por eso creo que hoy me encuentro aquí, por un motivo que yo mismo he tenido que descubrir. Sentado frente a este acantilado, y sintiendo la brisa del mar, me doy cuenta de que estoy viviendo una auténtica metáfora en este preciso instante. Estoy al filo del abismo, después de tanto tiempo enfrentándome a mis demonios, al fin estoy a punto de echar a volar de una vez por todas.
Me pongo en pie, a centímetros del vacío, con la mirada fija en la tormenta que poco a poco se extingue. Extiendo mis alas, esas que me gané a lo largo de mucho tiempo, y me preparo para ser libre. Es hora de recoger el fruto del esfuerzo, y renacer de mis tinieblas. He estado años preparándome para este momento, enfrentándome a oscuras pesadillas, a dulces mentiras, crueles verdades...

Pero... en este instante solo me asalta una duda...

¿Qué me ocurre?

Siento que algo me impide avanzar. No puedo moverme, no puedo volar. De pronto miles de pensamientos negativos me asolan, a la vez que siento el peso de unas férreas ataduras aumentando la presión sobre mi alma.

Grandes eslabones emergen de la tierra. Me rodean. Me asfixian y aprietan aumentando más aún la presión. Sin piedad alguna quiebran mis alas. Las rompen y dejan caer sus pedazos rotos. Siento el dolor de 1095 días de esfuerzo quebrándose como una rama de árbol seca, como si todo hubiese sido en vano perdiéndolo al borde del éxito. A punto de alcanzarlo... de ser feliz...

Siendo espectador de mi propia vida, y sin opción para evitarlo, mi cuerpo yace encadenado al mundo en soledad, mientras que mi alma vuela libre sobre el mar.

Pero pronto recuerdo una de tantas lecciones... una que no se debe olvidar mientras tu corazón siga regalándote segundos de vida; la esperanza siempre se puede recobrar.

Hoy no iba a ser una excepción...


Fue entonces cuando comprendí aquella frase que acababa de escribir: Comprendí que somos esclavos de nosotros mismos. Nos negamos a ser libres.

Aún cuando tenemos la oportunidad de volar, somos nosotros los que nos impedimos saltar. Tememos al cambio, incluso cuando es para mejorar, sentimos recelo por todo aquello contrario a lo que conocemos.
Sin ser conscientes, nos encerramos a voluntad. Por eso creo que estas ataduras, estos grilletes que tiran con fuerza de ti, ralentizando tus pasos, o incluso anclando nuestro viaje, son fruto de algo que todos escondemos bajo nuestra piel. Estas cadenas nacen de todos aquellos asuntos pendientes que ignoramos o intentamos olvidar.

Esos fantasmas que nos siguen, silenciosos. Esos que sabes que están ahí, que no se irán, pero por los que evitas girar la cabeza por miedo a mirarles a los ojos.

Y es que por mucho que luches, por más que combatas todos tus enemigos, jamás podrás proclamarte victorioso si en tu interior escondes las debilidades que otros no pueden ver.

¿Miedo a ser rechazado? ¿A ser diferente? ¿A la muerte? 
¿Miedo al fracaso? ¿A equivocarte? ¿A aceptar quién eres?  ¿A destapar una cruel verdad?
¿Miedo a quedarte solo? ¿Miedo a que te quieran?  ¿A confiar en alguien? ¿O tal vez a que te vuelvan a hacer daño?
Tal vez tu temor se resuma en una falta de valor. A no aceptar que te equivocaste cuando tuviste la oportunidad. Temor a ponerte frente a un problema y por primera vez jugártela como nunca antes aceptando el presente sin los lastres del pasado.

El motivo da igual. Lo que importa es simplemente que toda persona humana tiene esas ataduras. Esos miedos y cosas sin hacer a las que no tenemos el valor de enfrentarnos. ¿Por qué? Sencillo; solo tú sabes de lo que realmente eres capaz... y de lo que no.

Siempre es más fácil aparentar indiferencia u olvido que hacerle frente a la verdad.

Cobarde es el mejor sinónimo del ser humano, pues nunca nos libramos de ciertos temores. Todos tenemos estas cadenas. Todos lo negamos en voz alta y agachamos la cabeza en soledad.

Por eso creo que no puedo volar... aún. Debo solucionar aquello que quedó pendiente. Quitarme de encima esa frase que nunca dije, ese plan que no hice, esa persona que dejé escapar, o aquella equivocación que no acepté.

Solo así podré ser libre...
Solo así, mis alas podrán abrirse...

Mientras el cielo se despeja y las oscuras nubes cesan una lluvia que ha permanecido sobre mí demasiado tiempo, los rayos de sol iluminan la superficie del océano mostrando nuevas enseñanzas, aún desconocidas, como migas de pan a seguir en esta nueva etapa para hallar aquello que busco. Al mismo tiempo que el cielo se despeja, mi mente hace lo mismo, comprendiendo que si esta tarde me encuentro aquí, es porque estoy a punto de lograr lo que tanto ansío, pero a costa de ser paciente, esperar al filo del éxito, librarme del lastre, para concluir todo aquello que dejé atrás.

Consciente de que tan solo he volado a centímetros del suelo y que aún me queda mucho por aprender, tomo conciencia de que no puedo distinguir el final de mi viaje, que nunca lo haré, razón que me anima a seguir avanzando ilusionado.

¿Se puede ser libre y estar encadenado?

Por supuesto, y es lo que voy a solucionar. 
Comienza la continuación de mi historia. Un camino donde la lluvia no entorpece mis pasos, ni el viento sacude mi esperanza de seguir adelante.

Soy el que porta su corazón colgado al cuello...
Coleccionista de historias y experiencias por descubrir...
 Un guerrero cuya espada es un lápiz y su escudo un libro...
Soy ese que va a enfrentarse a lo que otros prefieren ignorar...
Soy Vii Broken Crown, y estas... son mis Cadenas de Libertad.

 -Vii Broken Crown-

¿Dónde están esos besos perdidos?, dime; ¿dónde están tantas promesas de amor?. Soledad, esa es mi condena. -Mägo de Oz, Te guardo un beso por si lo quieres-


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