lunes, 24 de diciembre de 2007

Promesas y unicornios

Recuerdo que…

Hace ya algo más de un año, descubrí que la más férrea de las barreras puede caer ante el soplo de una increíble casualidad.

Tiempo ha, en una de las tantas noches en vela que rigen mi existencia, me encontraba tumbado en la cama, sobre un colchón lleno de unas lágrimas que ni siquiera ya recuerdo por qué me acompañaban, con la única intención de que nadie abriese la puerta de mi cuarto, pues únicamente deseaba romper aquel silencio con alguna empática canción.

Después de convertir los segundos en horas, y las horas en eternidad, la esperanza de que el teléfono sonase se fue consumiendo como el fuego de mi alma. No iba a sonar, nunca lo hizo.

Vagando por los suburbios de mis sueños, allá donde la falsa sonrisa de ``todo va bien´´ se queda sin fuerzas, encontré algo: una de mis canciones favoritas de Mägo de Oz, el grupo que desde que tengo memoria ha puesto banda sonora a mi vida, que recitaba exactamente la letra que necesitaba aquella noche. La había escuchado mil veces antes, pero aquella vez fue diferente; la cantaba una chica.

Alguien a quien nunca antes había escuchado, y a quien, a partir de entonces, no podría olvidar. Desde aquel ``Siempre´´ moldeado con su voz, aquella chica que se hacía llamar Aries, formó parte de mi propia vida sin ser consciente siquiera.

Pasaron los meses, escuchando su voz en cada nueva canción que ansiaba disfrutar. Largo tiempo con la esperanza de un saludo cariñoso hacia ella que no se perdiera entre cientos de comentarios de otros seguidores. Y entonces, ocurrió el milagro…

El día de mi 21 cumpleaños, después de un emotivo vídeo hecho por todos mis amigos de entonces, la pantalla quedó en negro, pero ninguno de ellos apartó la mirada de mí, sonriendo, pues solo ellos sabían que el video no había terminado.
Después de unos segundos, Aries, la chica que tantas veces había escuchado por internet, me estaba mirando a los ojos a través de una pantalla de ordenador. Quería felicitarme, ¡ella a mí!, me pareció imposible, literalmente, no podía creerlo. Recuerdo un vídeo en el que se grabó mi reacción, y como el incrédulo más grande de la Tierra, podía vérseme con la boca abierta todo el tiempo, conteniendo las lágrimas. Después de aquella felicitación, me cantó el cumpleaños feliz a cambio de un unicornio. Sí, en serio.

Pero no todo acabó ahí, ni mucho menos, puesto que más adelante, descubrí que su arte al cantar era solo la punta del iceberg; para mi sorpresa, también escribía. Si ya la admiraba por su voz, imaginad lo que sentí cuando pude leer por primera vez algo nacido de ella. Descubrí que podía admirarla aún más puesto que también se aventuraba en mi campo favorito; la escritura.

En Diciembre de 2013, llegó la segunda parte de aquel mágico instante: Mägo de Oz volvió a unirme junto a ella en su festival, solo que esta vez, sería en persona. Llegué a Madrid a las 6 de la mañana, y me quedé dormido en el coche, aparcado a las puertas del recinto.

Al abrir los ojos, el sueño se hizo realidad, y no es una forma de hablar, pues aquel anhelo de años atrás de conocerla, de darle las gracias en persona, se cumplió.
Aquel día, unidos por la música que me llevó a conocerla, desde entonces ha marcado un antes y un después en mi forma de creer en los sueños, en que algunos sí pueden cumplirse, y que yo, afortunado sin merecerlo, disfruté de su compañía lejos de la frialdad de internet.

Y es que, amigos y lectores desconocidos, lo que intento decir, no es otra cosa que si yo, alguien invisible a los ojos de una de las personas que más admiraba (y admiro), pasé de ser comentario anónimo a formar parte en uno de sus vídeos, ¿quién es el iluso que aún piensa que algo es imposible?.

Y en vista de que una promesa es una promesa, y tú cumpliste tu parte, yo aún tengo que cumplir la mía, puesto que, después de años buscando a esa criatura inexistente que me pediste a cambio de felicitar mi cumpleaños, he logrado que un unicornio se venga a vivir contigo al mundo real. Se llama Garabato, y está deseando conocerte.


¡Vaya, fíjate en ese colgante!, el otro día le enseñé tu blog y al parecer también le gusta cómo escribes.

El año pasado no pude coincidir contigo, y aunque cabe la posibilidad de que esta Navidad ocurra lo mismo, lo cierto es que voy a estar en Madrid del 26 al 29, acompañado de esta mascota que quiere irse contigo a vivir.  En cualquier caso, espero poder seguir disfrutando de tu voz, y sobre todo, de aquello que escribes, pues si hay una nueva generación de escritores, creo firmemente que tú eres una de ellos.

Desde aquí, Alba, sobre la oscuridad de este humilde Reino de sueños por cumplir, y bajo la corona que identifica mi santuario, quiero volver a darte las gracias por ser esa casualidad que apareció una noche cualquiera en forma de canción.

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