Recuerdo que…
Hace ya algo más de un año, descubrí que la más férrea de
las barreras puede caer ante el soplo de una increíble casualidad.
Tiempo ha, en una de las tantas noches en vela que rigen mi
existencia, me encontraba tumbado en la cama, sobre un colchón lleno de unas
lágrimas que ni siquiera ya recuerdo por qué me acompañaban, con la única
intención de que nadie abriese la puerta de mi cuarto, pues únicamente deseaba
romper aquel silencio con alguna empática canción.
Después de convertir los segundos en horas, y las horas en
eternidad, la esperanza de que el teléfono sonase se fue consumiendo como el
fuego de mi alma. No iba a sonar, nunca lo hizo.
Vagando por los suburbios de mis sueños, allá donde la falsa
sonrisa de ``todo va bien´´ se queda sin fuerzas, encontré algo: una de mis
canciones favoritas de Mägo de Oz, el grupo que desde que tengo memoria ha
puesto banda sonora a mi vida, que recitaba exactamente la letra que necesitaba
aquella noche. La había escuchado mil veces antes, pero aquella vez fue
diferente; la cantaba una chica.
Alguien a quien nunca antes había escuchado, y a quien, a
partir de entonces, no podría olvidar. Desde aquel ``Siempre´´ moldeado con su
voz, aquella chica que se hacía llamar Aries, formó parte de mi propia vida sin
ser consciente siquiera.
Pasaron los meses, escuchando su voz en cada nueva canción
que ansiaba disfrutar. Largo tiempo con la esperanza de un saludo cariñoso
hacia ella que no se perdiera entre cientos de comentarios de otros seguidores.
Y entonces, ocurrió el milagro…
El día de mi 21 cumpleaños, después de un emotivo vídeo
hecho por todos mis amigos de entonces, la pantalla quedó en negro, pero
ninguno de ellos apartó la mirada de mí, sonriendo, pues solo ellos sabían que
el video no había terminado.
Después de unos segundos, Aries, la chica que tantas veces
había escuchado por internet, me estaba mirando a los ojos a través de una
pantalla de ordenador. Quería felicitarme, ¡ella a mí!, me pareció imposible,
literalmente, no podía creerlo. Recuerdo un vídeo en el que se grabó mi
reacción, y como el incrédulo más grande de la Tierra, podía vérseme con la
boca abierta todo el tiempo, conteniendo las lágrimas. Después de aquella
felicitación, me cantó el cumpleaños feliz a cambio de un unicornio. Sí, en
serio.
Pero no todo acabó ahí, ni mucho menos, puesto que más
adelante, descubrí que su arte al cantar era solo la punta del iceberg; para mi
sorpresa, también escribía. Si ya la admiraba por su voz, imaginad lo que sentí
cuando pude leer por primera vez algo nacido de ella. Descubrí que podía
admirarla aún más puesto que también se aventuraba en mi campo favorito; la
escritura.
En Diciembre de 2013, llegó la segunda parte de aquel mágico
instante: Mägo de Oz volvió a unirme junto a ella en su festival, solo que esta
vez, sería en persona. Llegué a Madrid a las 6 de la mañana, y me quedé dormido
en el coche, aparcado a las puertas del recinto.
Al abrir los ojos, el sueño se hizo realidad, y no es una
forma de hablar, pues aquel anhelo de años atrás de conocerla, de darle las
gracias en persona, se cumplió.
Aquel día, unidos por la música que me llevó a conocerla,
desde entonces ha marcado un antes y un después en mi forma de creer en los
sueños, en que algunos sí pueden cumplirse, y que yo, afortunado sin merecerlo,
disfruté de su compañía lejos de la frialdad de internet.
Y es que, amigos y lectores desconocidos, lo que intento
decir, no es otra cosa que si yo, alguien invisible a los ojos de una de las
personas que más admiraba (y admiro), pasé de ser comentario anónimo a formar
parte en uno de sus vídeos, ¿quién es el iluso que aún piensa que algo es
imposible?.
Y en vista de que una promesa es una promesa, y tú cumpliste
tu parte, yo aún tengo que cumplir la mía, puesto que, después de años buscando
a esa criatura inexistente que me pediste a cambio de felicitar mi cumpleaños,
he logrado que un unicornio se venga a vivir contigo al mundo real. Se llama Garabato, y está deseando conocerte.
¡Vaya, fíjate en ese colgante!, el otro día le enseñé tu
blog y al parecer también le gusta cómo escribes.
El año pasado no pude coincidir contigo, y aunque cabe la
posibilidad de que esta Navidad ocurra lo mismo, lo cierto es que voy a
estar en Madrid del 26 al 29, acompañado de esta mascota que quiere irse
contigo a vivir. En cualquier caso,
espero poder seguir disfrutando de tu voz, y sobre todo, de aquello que
escribes, pues si hay una nueva generación de escritores, creo firmemente que
tú eres una de ellos.
Desde aquí, Alba, sobre la oscuridad de este humilde Reino
de sueños por cumplir, y bajo la corona que identifica mi santuario, quiero
volver a darte las gracias por ser esa casualidad que apareció una noche
cualquiera en forma de canción.
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