viernes, 23 de mayo de 2003

Kingdom Hearts...

Recuerdo que...
En mi tan lejano onceavo cumpleaños, (se dice pronto, ¿verdad?), es decir, el 23 de mayo del año 2003, como suele ocurrir con las mejores cosas que ocurren en la vida, me crucé de imprevisto con una historia que no sabía que estaba destinado a vivir.
Llegué a casa al mediodía, y en la habitación de mis padres, abrí las manos para recibir una pequeña caja envuelta en papel de regalo.
En la parte superior podía verse en un fondo negro las inconfundibles palabras de ''Playstation 2''.
Aquel regalo pintaba muy bien a primera vista.
Continué rompiendo el papel hasta sacar la caja del envoltorio por completo. Ante mí un inconfundible título de aquella legendaria consola que hizo historia en su tiempo. La caratula, con una gama de colores fríos y oscuros, dejaba ver los tejados de lo que parecía una ciudad en plena noche. Luces amarillas y cruces por veletas se dejaban ver sobre la silueta de tenebrosos edificios. En aquellos tejados, sobresalía una cornisa decorada con extrañas gárgolas en los que se asentaban distintos personajes. Unos los reconocí al instante, Donald y Goofy. Pero los otros tres me eran totalmente desconocidos.
Todos miraban hacia el cielo nocturno, iluminado por una curiosa luna en forma de inmenso corazón. Pero sin comprender del todo por qué, me sentí atraído desde el principio por ese personaje posicionado en lo más alto de aquella cornisa que sujetaba una inmensa llave a modo de espada.

Por último, en lo alto de aquel cielo decorado por la gigantesca luna en forma de corazón, unas letras que jamás olvidaría:

Kingdom Hearts.

Quien me conozca sabe lo que esas dos palabras significan para mí.
Con los años esa saga me enseñó que era más que un videojuego. Lo que en ella se contaba, se vivía, se sufría, era algo que aún no sé cómo ni por qué, pero definía a la perfección el mundo tal y como yo lo veía:

Una lucha constante por proteger a los que te importan.
De perder, buscar, encontrar, volver a perder y volver a buscar.
Una historia que habla del poder interior que ignoramos que está ahí.
Una lucha eterna contra nuestros miedos que se tornan en monstruos sin corazón que ansían vernos caer.
El sentir cómo lo importante es el viaje, y no la meta.
Las difíciles decisiones que puede suponer hacer lo correcto. Los sacrificios que uno a veces debe hacer para que otro pueda seguir su camino adelante.
El dolor de combatir a muerte contra la persona que más quieres y cargar con la culpa el resto de tu no existencia.
El contemplar cómo duelen algunos recuerdos. El ver la torre del reloj vacía, gritando ecos de amistades que desaparecieron.
Las luchas internas contra nosotros mismos. La oscuridad que aguarda en esa estación nocturna de vidrieras a la que llamamos corazón.
El buscar estar completos.
El ''ser un buen otro''.
El viajar, literalmente, hasta el Fin del Mundo en busca de la persona que quieres.
Pero sobre todo, el no perder ni la sonrisa, ni las ganas de luchar. Aunque la oscuridad destruya tu mundo. Aunque pierdas la mitad de tu corazón, o carezcas de él. Aunque, incluso, pierdas tu arma y tengas que continuar con una espada de madera, por ti, por ellos, por vosotros. Porque de nada sirve el viaje si en tus Islas del Destino no aguarda nadie esperando que le devuelvas tu ``siemprejuntos''.

Son tantísimas las enseñanzas que he sacado de Sora, Roxas, Axel, Riku, Xion...
Creo que cuando comencé a jugar aquella primera entrega, lo que más me llamó la atención fue que veía en ese juego todo cuanto yo siempre quise ser: Alguien valiente, fuerte, con alguien a quien buscar y alguien a quien querer por encima de cualquier dificultad.

Quería tener un viaje así en el mundo real. Y con el paso de los años, comencé a tenerlo.

Hoy se cumplen 15 años del nacimiento, para mí, de la mejor saga en cuanto a historia se refiere. La que más me ha hecho sentir. La que más me ha hecho imaginar.

¿Y sabéis lo mejor de todo? Que al principio ni siquiera me gustó el juego. ¡A mí! Pues sí, es cierto. Por aquella época el comienzo del juego no lo comprendía, incluso me daba algo de miedo ver a esos seres de oscuridad detrás de mí.
Pero para cuando descubrí lo que aquel juego era realmente, todo cambió. A pesar de que por algún extraño motivo, el disco dejó de funcionar para cuando me moría de ganas por jugar por primera vez en serio, en 2006, merendando en casa, vi un anuncio en la tele:

Kingdom Hearts 2.

Por mi mente pasó una frase: Era el juego... era ese juego... y tiene segunda parte.
Tras años olvidado en la memoria por completo, no tarde ni veinte minutos en ir a por él. Y fue entonces, antes incluso de poder terminar la primera aventura, cuando al conocer a Roxas, Axel, la Organización XIII y el regreso de Sora, cuando me convertí en auténtico portador de la llave espada.

Quién sabe lo que me depara de aquí a unos años en esta saga. Lo único que sé, es que el final está cerca. La tercera entrega se avecina y con ella el final de una historia de más de 15 años de trayectoria. Y cuando llegue ese momento, podré decir que el viaje, las lágrimas, y la eterna espera por dicho final, mereció la pena.

Felicidades, Kingdom Hearts.

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